20 de febrero de 2021

Vacunado el Perro, empezó la rabia


Uno podría sentirse sorprendido con lo que pasó ayer con respecto a lo que algunos llamaron “Vacunatorio VIP” si viviera en un país más o menos normal. Ni siquiera digo serio: normal. Aunque en Argentina, la norma, lo normal, es estar acostumbrados a este tipo de situaciones y creo que nos escandalizamos más por la puñalada trapera que le dieron al ex Ministro de Salud que por el hecho en sí. En parte, aunque no lo dijimos a viva voz, ya sabíamos que esto pasaría. Todos son ateos hasta que el avión se empieza a caer y son solidarios y responsables hasta que la vacuna es un bien escaso.

No es nada sorprendente lo que pasó. Es una operación más entre tantas otras que vemos a diario. El gobierno, sus militantes, periodistas, intelectuales y adláteres son campeones en las artes quirúrgicas. Pero siempre son el cirujano desprolijo que se deja la gasa adentro y te produce una infección y hay que proceder con urgencia antes de que la cosa se complique.

Todo empezó con esa intocable intelectual de culto, la tía Betty, que se hizo la recta en un programa de televisión diciendo que le ofrecieron una vacuna por debajo de la mesa. Quizá le acariciaron la rodilla y por eso no quiso decir quién fue y nadie se preocupó mucho en investigar. Como lo que dice la notable señora sólo es tenido en cuenta por un grupo reducido de personas, hubo que ir un poquito más a fondo. Entonces hubo que pensar en alguien experimentado en este tipo de cosas, no en un improvisado. Y fueron por el titular del Sommier Celster. ¿Quién más fiel que un Perro con hambre?

Es un poco simpático que usen el “VIP” para mencionar a una parva de personas inmorales. Quizá estemos hablando de Very Immoral People y así estaría bien. Me parece inmoral que sigamos viviendo con nuestra vida suspendida por el Decreto 260/20, que para el comienzo de clases la sociedad haya tenido que levantar la voz, que para circular haya que tramitar permisos, que sigan insistiendo que la gestión de la pandemia fue un éxito cuando, hace poco más de un año, el saliente ministro dijo, como si hablara en un asado familiar, que el virus no iba a llegar y toda la sarta de barbaridades indignas de un galeno. Desde entonces a esta parte, 51mil personas fallecieron por COVID-19, otras tantas murieron por la desatención que les propinó el sistema de salud abocado al tratamiento de una sola enfermedad, otras están padeciendo los efectos adversos del abandono de sus tratamientos por “pandemia” y resta trazar las morbilidades relativas al encierro que nadie se atreve a medir, porque los números serían por demás escandalosos y, como ya lo han comentado, tenemos un gobierno de científicos anuméricos, que prefiere sostenerse en las creencias paganas de un dios cualquiera.  

Es inmoral que el gobierno de la provincia más populosa del país se adjudique, como logro, la inscripción de 2.5 millones de personas para una vacuna que ni siquiera hay. Es inmoral que, mientras le dicen a la gente que espere, haya otros que vayan a un sucucho en la casa de gobierno para recibir su vacuna, por fuera de lo establecido para el resto de los mortales.

Se ve que con la suspensión de los corsos, muchos se quedaron con los redoblantes sin usar y los trajes esos de murga triste sin estrenar y aprovecharon la ocasión para ir a hacer su desfile de carnaval frente al Rey Momardez. Pasaron frente al palco escenas muy indignas y arrastradas, en las que los murgueros hacían el borracho para ganarse la gracia del mandamás y se ofuscaron muchísimo con la supuesta estafa propinada por “el mejor ministro de salud de la democracia” pero nadie se ofende con las personas que sabiendo que estaban quedándose con algo que no les correspondía, accedieron a la vacuna. Porque, así como debía rodar la cabeza de GGG por ser la autoridad máxima involucrada, la gente que organizó la gesta inmunizadora también debe ser despedida, así como los funcionarios públicos que, haciendo abuso de sus facultades y amiguismo, fueron corriendo a mendigar una dosis. La condena para ellos también debe caer con el mismo peso. Sí, dije caer. Si decimos a otros que no compren repuestos de autos o bicicletas robadas porque, muchas veces, fueron adquiridas sangre mediante y favorece la delincuencia, esto es lo mismo. Una persona adulta que fue por sus propios medios a vacunarse de manera escondida, quitándole la posibilidad a quien sí lo necesita, no es otra cosa que un criminal.

Han tenido la indecencia de comparar la gravedad del caso con la caída del sitio web de la Ciudad, acusando a las autoridades de cualquier cosa, pero eligieron hacerse a un lado sobre una muestra más de corrupción que implica la salud de la población. Porque mientras encerraban a los niños privándolos de ver a los abuelos y de ir al colegio, ellos estaban vacunándose a sabiendas de que eso estaba mal. Valdez dijo que no sabía que eso era ilegal. Bueno. No es ilegal en cuanto a que no hay algo reglamentado al respecto, tiene razón. Justo a él le vamos a estar explicando teorías del delito. No es ilegal, es inmoral.

También es inmoral la maniobra del que, habiéndose vacunado, comente muy suelto de cuerpo lo que pasó. Es tan evidente que ni siquiera los servicios ya actúan con un poco de decoro. Servicios eran los de antes, claro. Era necesario sacarse al collar de melones de Ginés y el perro rastrero se convirtió en uno de caza y guio exactamente el camino hacia la presa. Y el amo disparó. Nada puede malir sal.

Todavía queda saber por qué la señora de las macetas le bajó el pulgar a uno de los que pidió en el pan y queso del gabinete. Quizá no le separó unas dosis para que ella distribuyera.

 

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gran síntesis del desmanejo inmoral y la corrupción de este gobierno en materia sanitaria.

Nada que hagan estos tipos es consecuente u oportuno sino es previamente generado, de la forma burda en que siempre se conducen. Por ello mismo, nada les creo.