10 de mayo de 2019

Oye, te hacen falta vitaminas!

Son las 12.05 y estoy sentada en el tren, camino a Retiro. Tengo hambre y la glucemia está bajando. Abro mi mochila y saco un /taper/ con una pascualina que cociné antenoche, que hizo las veces de almuerzo ayer, a la misma hora y en el mismo lugar. La gente mira, claro. Yo, que soy campeona en alimentarme arriba de los transportes, lo que más quiero es estar sentada en una silla, quieta o mas o menos, comiendo en un lugar un poco más amable que un tren lleno, con músicos que cantan horrible y hedores varios de otros pasajeros y sin que el lungo de atrás me patee el asiento. Pero esto es parte de una eleccion y este año será asi.
Al finalizar la manzanita que traje de postre, abro una lata de la gaseosa mundialmente conocida, eso sí: light.
Y si. Tengo un vicio que no puedo negar. La prefiero por sobre el agua y casi por sobre el mate, pero no llego a tanto.
Todo esto viene a que, esta mañana, leí un artículo de una licenciada en nutrición que se arrogaba, orgullosa, que sus hijos no conocen el azúcar. A mí no me ocupa la decisión de la crianza y la alimentación sino todo un fenómeno muy extendido, vehiculizado a través de las redes sociales, que es el de alimentarse saludablemente.
¿Pero por qué habría yo de preocuparme por eso? ¿qué es lo que está mal? En sí, no está mal. Lo que noto es una militancia acérrima, que es transversal a diferentes corrientes, sobre la comida ya no chatarra, sino alimentos de la canasta básica. El azúcar, la sal y las harinas blancas han sido llamadas veneno blanco. En exceso, claro, no son buenas, ¿pero tanto como para llamarlas veneno?
Creo que hay una exageración tremenda al arremeter contra los alimentos en sí y no ir a por el modo en el que nos relacionamos con la comida. Esto me recuerda al mito de que el pan engorda y su respuesta, no menos certera: "no. El pan no engorda, engorda el que lo come".
La valoración es cuali y cuantitativa. ¿Cuanto de ese "veneno" comemos al dia? ¿comemos otras cosas? ¿Es una masa de agua, harina y levadura o está enriquecida por otras cosas?
Comer es una necesidad básica y de supervivencia y poco entiende el cerebro, cuando hay hambre, de subjetividades: tengo que comer para vivir. La diferencia está en que comer y alimentarse no es igual. Y comer para llenar la panza no se parece a juntarse a comer con amigos. Tenemos una relación individual y social con la comida. Eso es subjetivo: me gusta o no me gusta. Y evolucionamos, como especie, cuando empezamos a incorporar algunos nutrientes y, a la vez, evolucionó la forma de cocinarlos. Comer es casi instintivo y alimentarse es cultural. No nos llevamos cualquier alimento a la boca si no hay cierto consenso al respecto. Si un cordero es mi mascota, dificil va a ser que lo mande a la estaca. Si lo crío como ganado, va a ser más fácil.
Son hábitos, construcciones, subjetividades formadas en torno a la comida.
Antes, se cocinaba en las casas, porque las mujeres, casadas o solteras, permanecían ahi, haciendo que, imperceptiblemente, la rueda de la sociedad girara. En estos días, siendo que los porcentajes de mujeres empleadas y de hombres empleados están muy parejos, es más difícil sostener la comida hogareña y el delivery (que también está mutando en su forma) vino a facilitarnos la vida, cuando no hay tiempo ni para darse una ducha o para dormir las 8 horas que dicen que hay que descansar.
Los popes de la "alimentación saludable" proponen cosas que van desde lo impracticable hasta lo económicamente insostenible. Algunos también confunden, por ejemplo, dejar lácteos y productos animales como hábito saludable. Si bien hay muchas teorías y concuerdo con la de comer variado y de todo un poco, me pone un poco mal cuando, cual verdad revelada y única posible, nos dicen que cocinemos en casa.
A mí me encanta cocinar. Lo disfruto. Disfruto desde hacer una ensalada "con onda" hasta una comida bien pesada. No creo comer de manera poco saludable. A veces, si, sólo quiero pedir una pizza o una milanesa frita. Porque estoy cansada, porque no quiero pensar, porque necesito que, en algún momento, mi cuerpo se de el lujo de no estar haciendo cosas y porque no todas las comidas que me gustan me salen bien. Estoy muy a favor de evitar grasas, sal, comidas de mala calidad, pero quiero comer comida chatarra en paz, sin pensar que me dio de comer Yiya Murano. No siempre hay tiempo de ponerse a lavar 4 atados de espinaca. Tampoco a veces hay plata para comprar leche de almendras. O almendras, !qué va!
Te hablan de modelos hegemónicos pero se ponen muy determinantes a la hora de hablar de alimentación saludable. Son como la otra versión de lo "fit". Te proponen merendar batidos de frutas...¿vieron lo que sale en una de esas cadenas "saludables"? No es posible. Tampoco es posible la imposición. Terminan aislandose o alejándote. Con distintos tintes, hay un sesgo común con quienes tienen problemas de alimentación, una obsesión por lo "sano" y por joderte si te comés un alfajor.
Volviendo sobre unas líneas: también reunirse a comer es parte de nuestra vida social y es densísimo tener a un vegetariano o vegano diciéndote que comés animal muerto. Me pasó a una amiga.
Termina esto siendo una catarsis y el tren ya llegó y ahora tengo que viajar unos 40 minutos más en un colectivo. Mi día es largo, pero espero llegar a casa para hacer un regio guiso con las lentejas que, a las 6.15, dejé remojándose.