Entre un
embarazo no deseado y un hijo no amado hay una diferencia muy fina, pero que
quisiera ampliar.
Todo esto
viene a cuento de la polémica que se desató por la intervención de ciertas ONG
que se atribuyeron el poder especial de decirle a una persona que no comulga
con ellos: vos no tenés derecho ni estás en condiciones de decidir en este
momento. Ellos, tan buenos samaritanos, optaron por decirle como debe proceder,
pensar y sentir en un momento muy particular de su vida.
Supongo- no
quiero caer en generalizaciones- que cualquier mujer esquivaría la posibilidad
de someterse a un aborto, despenalizado o no. Simplemente, porque es una
pequeña cirugía, porque luego de algunos el útero puede quedar dañado, en fin,
supongo que es una decisión que no se toma a la ligera y que se llega a eso con
cierto grado de desesperación. Por mi parte, creo que debe ser la última
instancia. ¿pero qué le puedo ir a decir yo a una chica que decide tener o no
tener un hijo? ¿cómo puedo saber qué es lo mejor?
Me surgen
estas preguntas y, además, pienso: ¿es, realmente, mejor seguir adelante con un
embarazo que detestás? Pienso no ya en la madre sino en la criatura: nadie lo
quiso traer al mundo, lo hicieron venir por decisiones ajenas a su persona, así
porque sí, porque Dios lo quiso, etc., etc. Es muy fácil decir “si no, después,
lo das en adopción”… claro, porque el sistema de adopciones en Argentina le
asegurará una familia, rápidamente, sin que pase por un hogar de niños. Bueno,
eso pasará en Felicidonia, pero no en este país, donde muchos chicos están
esperando para ser adoptados y, pasado un tiempo, pierden su condición de “adoptables”
por los años de maltrato psicológico, porque muy poca gente puede querer
incorporar a un chico que ya debiera estar escolarizado y muchas cuestiones de
adaptación que son difíciles a cierta edad. Esa sería una opción probable para
el chico. La “menos mala”.
También
puede pasar que lo críe su madre. Poniendo en ella todas las expectativas de
que lo querrá igual, ya que su “instinto maternal” tendría que ir gestándose a
medida que avanza el embarazo. Bueno, muchas mujeres no nacieron con el
instinto maternal o, simplemente, no están en el momento de ser madres.
¿Y como le
explicás, a esa persona, cuando tenga una edad suficiente, que su padre biológico
fue un cerdo que abusó de ella? Explicación poco feliz, me parece, para una
persona, sea cual sea su edad.
¿Y si
quiere ir a buscar a ese hombre?
Marta tenía
22 años y un hijo de 2. Tenía su carrera universitaria casi hecha. Clase media,
toda la vida fue a colegios religiosos. Marta, además, fue catequista. Conoció
a un sujeto que se convirtió en su novio, con todo lo que ello implicaba: ir a
comer a las casas de ambas familias, paseos, vida de novios. Todo “legal”.
Marta quedó embarazada, de nuevo. El sujeto quiso que ella, en el año ’77,
abortara. Y Marta no quiso. Hasta acá, los argumentos de estas ONG serían que
Marta fue una chica valiente, que apostó a la vida y todo el piripipí a su
favor. Bueno, podemos pensarlo así. Pero no.
Marta crió
a sus 2 hijos pequeños con ciertas dificultades propias de la soltería, pero
con mucho apoyo familiar. El ámbito fue lo más favorable que se pudo en ciertos
aspectos. Con la imagen paterna ocupada
por un abuelo muy complicado, sucedida por el nuevo marido de Marta, un hombre
más joven que ella…todo era arduo. Y los chicos crecen y vienen las preguntas,
las respuestas, los momentos duros... Y así, Fernando, este chiquito, a los 17
años, sabiendo quien era su padre, fue a buscarlo. Lo encontró, porque era un
sujeto del barrio, que tiene un comercio conocido en la zona. Hombre
actualmente casado y con hijos, primero se hizo el que no se acordaba de Marta.
Luego, le prometió que lo llamaría. Y no lo llamó.
3 años más
tarde, Fernando fue, nuevamente, a buscar a su padre. Y éste lo rechazó. Por
tercera vez en su vida, lo rechazó.
Y ahí, vino
la debacle: siguió con su carrera, pero sin levantar cabeza. Años de drogas,
depresión…y un día estalló la bomba: en un brote, se quiso suicidar, luego de
separarse de la chica que era su pareja. Pero todo se relacionaba con lo mismo-
según sus dichos-: su padre lo había rechazado 10 años antes y no lo había
podido superar. Pasó 30 años esperando que lo quisiera un poquito, al menos.
Pero el brote no quedó en el brote: psiquiatra, pastillas, combos con falopa y
la terrible sensación de no saber cuando iba a poner fin a su vida… nunca se
sabía. Años en vilo hasta que, el marido de Marta, a quien el suele decirle papá,
le ofreció irse a trabajar a otra ciudad y el aceptó. Y, casi como por arte de
magia, la vida de Fernando, a los 35 años, viró para el lado de la salud y de
la vida.
Esta
historia es real y tiene los nombres cambiados, pero la cuento para ilustrar que
no solamente hay que contar con el potencial amor de madre: hay un padre, una
figurita vacía en el álbum y, cuando hay que llenarla, es muy difícil. Y nadie
sabe como se pueden dar las cosas, no tenemos la bola de cristal, porque
Fernando tiene una familia que lo quiere y que trata de contenerlo, pero eso no
quita lo que el siente con respecto al sujeto que lo abandonó. ¿Quién podía
esperar que el entrara en depresión, después de tantos años? Y bueno, a eso
voy: también hay que pensar en la criatura que está por venir, a quien ya le
están diciendo que no y no podemos saber si más adelante le dirán que sí.
Creo que si
esta mujer considera traumático el hecho de tener ese hijo, estigma de la
trata y la violación, no hay que darle lugar a la opinión de gente que habla,
cual vecina de barrio, de la vida de los demás y hay que dejar que la Justicia siga el curso de la cuestión, como venía siendo hasta ahora.-