10 de octubre de 2012

¿Alguien puede pensar en los niños?


Entre un embarazo no deseado y un hijo no amado hay una diferencia muy fina, pero que quisiera ampliar.
Todo esto viene a cuento de la polémica que se desató por la intervención de ciertas ONG que se atribuyeron el poder especial de decirle a una persona que no comulga con ellos: vos no tenés derecho ni estás en condiciones de decidir en este momento. Ellos, tan buenos samaritanos, optaron por decirle como debe proceder, pensar y sentir en un momento muy particular de su vida.
Supongo- no quiero caer en generalizaciones- que cualquier mujer esquivaría la posibilidad de someterse a un aborto, despenalizado o no. Simplemente, porque es una pequeña cirugía, porque luego de algunos el útero puede quedar dañado, en fin, supongo que es una decisión que no se toma a la ligera y que se llega a eso con cierto grado de desesperación. Por mi parte, creo que debe ser la última instancia. ¿pero qué le puedo ir a decir yo a una chica que decide tener o no tener un hijo? ¿cómo puedo saber qué es lo mejor?
Me surgen estas preguntas y, además, pienso: ¿es, realmente, mejor seguir adelante con un embarazo que detestás? Pienso no ya en la madre sino en la criatura: nadie lo quiso traer al mundo, lo hicieron venir por decisiones ajenas a su persona, así porque sí, porque Dios lo quiso, etc., etc. Es muy fácil decir “si no, después, lo das en adopción”… claro, porque el sistema de adopciones en Argentina le asegurará una familia, rápidamente, sin que pase por un hogar de niños. Bueno, eso pasará en Felicidonia, pero no en este país, donde muchos chicos están esperando para ser adoptados y, pasado un tiempo, pierden su condición de “adoptables” por los años de maltrato psicológico, porque muy poca gente puede querer incorporar a un chico que ya debiera estar escolarizado y muchas cuestiones de adaptación que son difíciles a cierta edad. Esa sería una opción probable para el chico. La “menos mala”.
También puede pasar que lo críe su madre. Poniendo en ella todas las expectativas de que lo querrá igual, ya que su “instinto maternal” tendría que ir gestándose a medida que avanza el embarazo. Bueno, muchas mujeres no nacieron con el instinto maternal o, simplemente, no están en el momento de ser madres.
¿Y como le explicás, a esa persona, cuando tenga una edad suficiente, que su padre biológico fue un cerdo que abusó de ella? Explicación poco feliz, me parece, para una persona, sea cual sea su edad.
¿Y si quiere ir a buscar a ese hombre?
Marta tenía 22 años y un hijo de 2. Tenía su carrera universitaria casi hecha. Clase media, toda la vida fue a colegios religiosos. Marta, además, fue catequista. Conoció a un sujeto que se convirtió en su novio, con todo lo que ello implicaba: ir a comer a las casas de ambas familias, paseos, vida de novios. Todo “legal”. Marta quedó embarazada, de nuevo. El sujeto quiso que ella, en el año ’77, abortara. Y Marta no quiso. Hasta acá, los argumentos de estas ONG serían que Marta fue una chica valiente, que apostó a la vida y todo el piripipí a su favor. Bueno, podemos pensarlo así. Pero no.
Marta crió a sus 2 hijos pequeños con ciertas dificultades propias de la soltería, pero con mucho apoyo familiar. El ámbito fue lo más favorable que se pudo en ciertos aspectos.  Con la imagen paterna ocupada por un abuelo muy complicado, sucedida por el nuevo marido de Marta, un hombre más joven que ella…todo era arduo. Y los chicos crecen y vienen las preguntas, las respuestas, los momentos duros... Y así, Fernando, este chiquito, a los 17 años, sabiendo quien era su padre, fue a buscarlo. Lo encontró, porque era un sujeto del barrio, que tiene un comercio conocido en la zona. Hombre actualmente casado y con hijos, primero se hizo el que no se acordaba de Marta. Luego, le prometió que lo llamaría. Y no lo llamó.
3 años más tarde, Fernando fue, nuevamente, a buscar a su padre. Y éste lo rechazó. Por tercera vez en su vida, lo rechazó.
Y ahí, vino la debacle: siguió con su carrera, pero sin levantar cabeza. Años de drogas, depresión…y un día estalló la bomba: en un brote, se quiso suicidar, luego de separarse de la chica que era su pareja. Pero todo se relacionaba con lo mismo- según sus dichos-: su padre lo había rechazado 10 años antes y no lo había podido superar. Pasó 30 años esperando que lo quisiera un poquito, al menos. Pero el brote no quedó en el brote: psiquiatra, pastillas, combos con falopa y la terrible sensación de no saber cuando iba a poner fin a su vida… nunca se sabía. Años en vilo hasta que, el marido de Marta, a quien el suele decirle papá, le ofreció irse a trabajar a otra ciudad y el aceptó. Y, casi como por arte de magia, la vida de Fernando, a los 35 años, viró para el lado de la salud y de la vida.
Esta historia es real y tiene los nombres cambiados, pero la cuento para ilustrar que no solamente hay que contar con el potencial amor de madre: hay un padre, una figurita vacía en el álbum y, cuando hay que llenarla, es muy difícil. Y nadie sabe como se pueden dar las cosas, no tenemos la bola de cristal, porque Fernando tiene una familia que lo quiere y que trata de contenerlo, pero eso no quita lo que el siente con respecto al sujeto que lo abandonó. ¿Quién podía esperar que el entrara en depresión, después de tantos años? Y bueno, a eso voy: también hay que pensar en la criatura que está por venir, a quien ya le están diciendo que no y no podemos saber si más adelante le dirán que sí.
Creo que si esta mujer considera traumático el hecho de tener ese hijo, estigma de la trata y la violación, no hay que darle lugar a la opinión de gente que habla, cual vecina de barrio, de la vida de los demás y hay que dejar que la Justicia siga el curso de la cuestión, como venía siendo hasta ahora.-

25 de julio de 2012

El maltrato a los indígenas es moneda corriente

                                                                                                ...but the immigrant built roads
                                                                                                      on our blood and sand...


Hace casi 200 años, Juan Manuel de Rosas iniciaba la primera Campaña al Desierto, hecho que, por lo general omite mencionar la historia que te enseñan en la escuela y el revisionismo histórico que anda por ahí.
Rosas no se fue al “lejano desierto” sino a la frontera de Buenos Aires con lo que hoy sería, más o menos, La Pampa. Allí habitaban los indios, esos indeseables dueños de la tierra a los que corrieron de un plumazo para poder avanzar con el proyecto de país que se venía delineando.
Unos 40 años más tarde, Julio Argentino Roca inició lo que sería el primer genocidio de nuestra historia como país desde que se creara la Constitución.
El lema es que el desierto no era desierto, cosa que es muy real. Y se lo cuestionó a Roca en todos estos años, pero solo de manera académica: basta con andar en algunas localidades de nuestra Patagonia para encontrarse con calles con su nombre. Pero tampoco hay que viajar desde Buenos Aires unos cuantos kilómetros: la Diagonal Sur, lleva su nombre aunque lo hayan “reemplazado” por Pueblos Originarios. Así y todo, no hay que irse al Centro de la Capital para ver eso ya que muchas instituciones llevan tanto el nombre de Roca como el de Rosas.
Y ambos son moneda corriente en nuestro país: Rosas es la cara de los billetes de 20 pesos y Roca ocupa el de 100 pesos. Casualmente, ocupa el de máximo valor, no así como San Martín que, pobre Santo, quedó en el de 5 – con el que ni siquiera comprás un litro de leche- y Belgrano en el de 10. Hace 22 años, cuando se echó por tierra el Plan Austral, estos sujetos ocupan el los lugares más altos en el valor de nuestra moneda.
Cuando hablamos de la Campaña al Desierto de Roca, pensamos en algo cruel, vil, con fines económicos, parte de un modelo agroexportador en marcha, acorde a la División Internacional del Trabajo, en el que, en lugar de incorporar las economías locales al sistema, se devastó todo para los cultivos necesarios y para la cría de ganado.
Sendas campañas ocuparon terrenos habitados por aborígenes de la zona, a los que engañaron, mataron e incorporaron al sistema de modo servil y no de modo independiente. Llevaron gauchos a las “fronteras”, en primera línea de combate, para aprovechar y sacárselos de encima.
Pero resulta que, en 2012, en algunos medios alternativos de comunicación y en las redes sociales, es noticia que en Formosa golpean a los pocos habitantes del pueblo Namqom. También son noticia las condiciones de precariedad en las que viven los Tobas en el Chaco. A nadie le importan los indios.  Para lo único que les importan es para llevarles la netbook número 2 millones del plan Conectar Igualdad y así, hacer demagogia, llorando cual Cavallo con los jubilados allá por los 90, abrazado a Norma Plá.
A mí que no me vengan con pavadas: ¿a quién se le ocurre pensar que a los integrantes del pueblo Qom les interesa una netbook cuando los están moliendo a golpes para que salgan de SUS tierras y dejárselas a algunos otros  para explotarlas?
La tierra, sobre todo para los pueblos originarios no es una mera porción de un terreno de un lugar determinado en el cual andar. La tierra para ellos es cultura, trabajo y religión. La Pachamama no es una marca de ropa hippie chic. Es la Madre Tierra, que tampoco es una marca de productos regionales. Es la que les brinda calor, vivienda y algo de qué vivir.
Y no es cosa de decir que hay que reubicarlos, al menos. Esas son cosas del hombre blanco, leyes creadas para nuestra “civilización”. Y comillo la palabra porque el accionar da cuenta de un gobierno salvaje que poco protege a esa gente y se esconde bajo el lema de lo “Nac y Pop” y no hay nada menos popular que pegarle a la gente. Les pegan porque no saben como callarlos. Les pegan porque no pueden contener la ira que les da que no se vayan de ahí. Les pegan porque no pueden matarlos de manera directa.
La resistencia de estos pueblos es digna de respeto. Cuando alguien dice que un pueblo ignorante es fácil de dominar es porque piensa la ignorancia en términos occidentales. Ellos saben que eso les pertenece y que lo tienen que proteger hasta las últimas consecuencias. Al punto tal de que Félix Diaz, tal vez la cara más conocida o el nombre más escuchado, se despidió de una persona que viajaba diciéndole que no sabía si, al regreso, lo iban a encontrar vivo.
Así pasan los días en la comunidad Primavera: esperando sobrevivir, literalmente, los momentos de tensión.
Que alguien me explique, si es posible, que es revolucionario en estos gobernantes que tienen las mañas y los mismos deseos y ambiciones que los de hace 200 años. Que alguien me diga qué es lo moderno en este accionar impune y feudal del gobernador Insfrán. ¿Para quienes gobiernan? Porque aun no comprendo como es que ganó las elecciones con un porcentaje tan alto. ¿Cómo es posible que los formoseños votantes apoyen a un asesino y dictador como el? ¿Cómo es posible que el Gobierno Nacional no intervenga en este accionar? ¿Por qué ninguno de los artistas tan, pero tan progres que tenemos no salió a manifestarse en contra o hacer alguna acción visible para que esto sea público de veras? Cuándo León Gieco canta “5 siglos igual” ¿a quienes le canta?
Me lleno de preguntas, pero sin respuestas. Lamento seriamente no encontrarlas en ningún lado. Lo único que pienso es que, tal como viene siendo costumbre de la Casa de la Moneda, Manuel Belgrano abandonará su lugar en el billete de 10 pesos para cedérselo a Gildo Insfrán.

5 de julio de 2012

Nota audiencia causa Gallo/Madariaga


Los cortes de luz traen recuerdos de los ’80, época en la que la empresa que suministraba el servicio era nacional
Mientras Francisco daba su testimonio sobre un confuso hecho que involucraba a la empresa de seguridad de su apropiador, el edificio de Comodoro Py quedó a oscuras debido a un corte de luz.
A oscuras: parecía una metáfora de lo que se venía escuchando en la sala: Abel Madariaga contaba al tribunal las noticias que le habían llegado de Silvia mientras estaba en cautiverio y cómo fue la búsqueda de su hijo. Sus palabras mostraban la oscuridad que vivió en su país, en el exilio y en el regreso.
Concluido eso, salió a mezclarse con los espectadores y la penumbra del relato se disipó en un aplauso, abrazos y lágrimas de emoción.
Cuando le llegó el turno, Francisco respondió a las preguntas que le hicieron sobre su relación con el apropiador con más palabras que daban un dejo de tristeza. Malos tratos, hostigamiento, situaciones poco claras. Oscuro… Acto seguido, corte de luz.
La sala quedó en silencio, luego las preguntas y la resolución de vaciarla hasta que volviera el suministro.
Pasaron los minutos y la gente que salía por un café y volvía; otros, cigarrillo en mano, iban a averiguar cuánto tardaría el apagón. No había respuesta aún.
Pero a pesar de la falta de energía eléctrica, habían empezado a verse las caras luminosas de un padre y un hijo que estaban acompañados de muchos seres queridos en búsqueda de la justicia.


NdR: Aclaro en el título del post que es una nota, porque es un TP para la facultad que hice el año pasado. Iba a ser publicado, pero nunca llegó, por eso no hay título tampoco.

Audiencia 21/06/11- Caso Madariaga Quintela- Trabajo Práctico "Nota de opinión"


Presenciar una audiencia judicial pareciera ser algo solo para entendidos en el tema: seguramente, los estudiantes de carreras de Derecho tengan un interés mayor que la media de la población de estar en una sala para aprender parte del oficio de ejercer la profesión elegida.
Probablemente, mucho más de la mitad de la población no asiste a ver los juicios orales y públicos, aun de los casos policiales más truculentos o misteriosos, por cuestiones de tiempo y por la televisación de algunas jornadas, que nos hacen dar cuenta que los juicios no son como los muestran en las películas de Hollywood: en Argentina, nuestro sistema legal es diferente y no hay un jurado de civiles, de “comunes”, a los que hay que apelar por piedad o castigo, según el caso.
Hablando de discrepancias, los juicios por el Plan Sistemático de Robo de Bebés han de marcar una diferencia histórica en nuestra vida de país. Estamos frente a hechos que, además de ser justos y necesarios, son únicos, dan un poco de aire de credibilidad al sistema judicial que tenemos y demuestran que la memoria no es una mera palabra en un cartel, sino que, a través de los diversos testimonios, está ahí latente, ansiosa de verdad y de justicia. No va a descansar en paz la memoria, no mientras haya quien intente encontrar a un nieto más y condenar a sus apropiadores. Así es que la sala AMIA se encontraba llena de espectadores ansiosos y aún había lista de espera para ingresar.
Y ahí hay otra diferencia porque las audiencias de casos de apropiación de bebés son duras: además del martirio de la familia que, incesantemente, buscó años y años a un pariente que sabía que vivía, pero no sabían ni con quién ni dónde, está la angustia que vivieron los que se sintieron sapos de otro pozo y fueron a buscar el suyo, acercándose a Abuelas de Plaza de Mayo en busca de algún tipo de respuesta.
Nadie les aseguró nada, pero algunos fueron con la certeza en el corazón de que dejarían de ser extraños y entenderían de dónde vendrían esos ojos y esas ganas de luchar, que no se condicen con la vida familiar.
Abel y Francisco son padre e hijo. Lo dice su ADN, su mirada, su manera de hablar. Aunque habla pausado por la edad,  se escucha en Abel una voz que no descansó hasta encontrar a Francisco. Se ven unos brazos llenos de abrazos contenidos a lo largo del exilio.
Un poco más excitado, Francisco cuenta su exilio dentro de su país. No tiene miedo. No parece haberlo tenido a pesar de las golpizas y maltratos varios. Francisco era la pieza de otro rompecabezas, esas que te dan de niño para que termines el que empezaste, a ver si coincide con las demás y final del juego. Las manos de Francisco no coincidían con las de Gallo. Nunca encajaban. Es por ello que salió a buscar al resto de las piezas.
Abel dormía la siesta en la tranquila localidad de Chascomús. Hay veces en las que, al levantarse de la siesta, una persona pierde el sentido del tiempo y no sabe si se levantó al día siguiente. Y a Abel le debe haber pasado eso, después de que Estela le dijera que encontraron a su hijo, algo así como vivir dos días en uno.
Ambos vivieron incompletos, caminando la misma ciudad, uno buscando un hijo, otro, un poco de afecto.
Por algo acudieron a su encuentro, aun sin tener idea de como eran, sabían que no necesitaban presentarse al estilo novela mejicana. Sabían que uno era “papá” y el otro, hijo. Hijo que no fue abandonado siquiera en el pensamiento.
Por eso el abrazo que se dieron sanó el alma de Abel: porque tuvo 32 años y medio para conocer a Francisco, heredero de una tradición familiar de nombres que se había cortado por causas que los excedieron. Porque el agujero que tenía en el alma Abel, era el mismo hueco del rompecabezas de Francisco, que había encontrado lugar en el puzzle correspondiente.

23 de junio de 2012

Brilla tu luz para mí





                                                                                                         Shine on you crazy diamond.
                                                                                                                                 You were caught on the crossfire  of 
                                                                                                                                                       childhood and stardom,
                                                                                                                                                    blown on the steel breeze.


Unos días antes de que me llegara la noticia, viajaba, a las apuradas, a Boulogne en un 71. Por error de dial, caí en la Vorterix. Hablaba Mario. Sí, el mismo que te enloquecía. Contaba que se cumplían 10 años de la muerte de Ricky Espinosa. Por primera vez, escuché una canción de Flema. La voz de Ricky me dio angustia y tristeza. Seguro que tenía que ver con el aniversario de su muerte, qué se yo.
Me quedó flotando eso en la cabeza y, cuando volví a casa, “gugleé” su nombre y vi fotos. Y leí la bio en Wikipedia. Toda miseria. Tristeza, depresión y punk.
Vos tenías algo en común con Ricky, tenías algo de punk. Y eso que no era lo que más te gustaba, preferías a Pink Floyd, como yo. Pero tu vida era punk, era alternativa. No estabas en ningún lugar en particular, no había límites.  Te prendías un pucho atrás del otro, tu voz ronca de tanto humo era la clave. Y te gustaron el porro, la merca… todo así, sin límites. Pero tenías tu way of life, tu manera de sobrevivir a tu pasado, a tu presente.
Laburabas aquí y allá. Bares, cafés, bingos y tatuajes. Te faltó un banco, supongo. No te faltaron pelotas cuando te hiciste cargo de tu hermana más grande ni cuando te metiste con Vicky, a vivir, de cabeza, juntas.
Tu inteligencia era formidable, pero te faltaba un ancla. Pensé que Vicky era tu ancla y no la pegué. En el verano juro haberte visto bien y me dije: esta piba le hizo el click. Le erré a mi pronóstico, supongo.
La última vez que hablamos fue después del 15 de abril. Entre el 15 y el 19. Puntualmente me acuerdo porque charlamos de mis vacaciones y de la operación de mi vieja. Y aproveché y, vía msn, te conté del casamiento. Te pedí que no le contaras a Dany porque pensaba hacerlo personalmente. Te pusiste contenta. Me dijiste que imaginabas un vestido de colores y te dije que era mucho, que pensaba hacer algo no tan tradicional, pero tampoco la pavada. Antes de irte, previo habernos llamado “boncha”- código que manteníamos desde los 15 o 16 años- , me repetiste, como otras veces: “vos me salvaste”. Y esa frase me quedó flotando en la nebulosa de lo indescifrable. ¿Cuándo te salvé? ¿A los 16 cuando te apareciste cortajeada y te hablé de todo lo bueno que había por hacer? Creo que hablabas de esa vez. A menudo me lo recordabas. Como si me lo estuvieras agradeciendo, pero me costaba interpretarlo. Me pareció natural explicarte que el suicidio no era la opción y que tenías muchas virtudes. Pero cada persona retiene diferentes palabras y momentos.
Como no la vi a Dany, le mandé un mensaje vía Facebook contándole que las invitaba a ustedes a mi casamiento. Al día siguiente, me contesta “buenísimo” pero que había pasado algo con vos. Cosa loca, me acordé que te gustaba Madonna y pensé si irías a verla. Asocio la canción Frozen con tu cara. Cosas raras.
En fin, el mensaje de Dany me dejó algo intranquila. Le comenté a Guido, de manera resumida, cómo era tu vida. Un repaso, casi un homenaje. Le conté de la última charla que tuvimos y nos fuimos a dormir. Al día siguiente, justo el 3/6, entré a tu muro del Face. Y los mensajes fueron diciéndomelo todo. Lo miré y le dije que me parecía que te habías ido de gira. La llamé a Dany. Casi con monosílabos (porque estaban los chicos presentes) me lo explicó. Y yo me quedé dura. El día que se cumplía un mes de tu salto, me enteré de la noticia.
Ese día, yo no estaba para salvarte. Era imposible que estuviera. Nadie entendió nada, ni tu familia ni Vicky, que presenció todo.
Ahí fue el día en el que te volviste a parecer a Ricky Espinosa. Nadie sabe porqué ni qué les pasó por la cabeza, pero decidieron saltar hacia la nada. Se fueron como estrellas de rock y hoy, son una estrella ahí en el cielo.

28 de mayo de 2012

El cambio climático, la diabetes y las importaciones


Cuando era chica odiaba las botas de lluvia. Me daba mucha amargura cuando tenía que usarlas. Creo que la última vez que me calcé un par tenía unos 12 años y vivía en San Clemente, en una casa que quedaba en calle de tierra. Ir al colegio caminando en días lluviosos era bastante engorroso porque el barro que se formaba empapaba los pies y permanecía toda la jornada escolar ahí, intacto, en los zapatos canadienses marrones. Por eso usábamos incómodas, pero prácticas, botas Pampero azul marino.
En mis años de sanclementina, me diagnosticaron diabetes. Diabetes tipo I dicen los estándares  internacionales. Tenía 10, me internaron un buen día y de ahí, como en La Costa no había especialistas, comencé a atenderme en La Plata, en el Hospital Sor María Ludovica. A los 16 me dijeron que ya estaba grande para ir y me dieron el alta, recomendándome (por cuestiones prácticas) que siguiera el tratamiento en el Hospital de Clínicas de Capital.
Pasaron dos años y dejé La Costa para venir a estudiar y tener mejor acceso a médicos en Buenos Aires. Y Buenos Aires, con sus luces y belleza urbana, comenzó a volverse casi tropical. La llamo “La tropical Buenos Aires” porque cada tormenta se asemeja a los tifones que transmite CNN en español. Viento, lluvia, mucho más que las sudestadas costeras que reventaron los muelles de Santa Teresita y San Clemente por el noventaytanto.
Entre tormenta y tormenta, decidí comprarme un par de botas de lluvia. Estropeé muchos pares de zapatos en estos últimos meses debido a las lluvias copiosas que cayeron sobre la ciudad. Pero, esta vez, pensé: me voy a comprar unas botas “con onda”. El invierno anterior, las vi con diversos estampados: floreadas, jaspeadas, con rombos…bellas, todas bellas botas y, por sobre todo, modernas y de colores.
Emprendí una búsqueda que, imaginé, iba a ser simple. Los primeros lugares que ví tenían la medida justa de la caña, pero estampados que no me resultaban atractivos. La mayoría, animal print. No, el animal print no va conmigo.
Caminé y caminé zapaterías…en algunas, estaban las mismas que deseché en anteriores y, en otras dí con unas muy bonitas marca Calfor. Caña bien alta, suela antideslizante…eran perfectas.
Eran…realmente lo fueron hasta que me las probé. Por esas cosas que trae un poco el sobrepeso y otro poco la genética, tengo unas pantorrillas muy anchas. Más anchas que la de muchos hombres que conozco, por ende, si la bota de potro no es pa’ cualquiera, las botas de lluvia no son para mí.
Seguí, medio cabizbaja, buscando la bota de la Cenicienta y aunque mis piernas son más parecidas a las de las hermanastras, esto se transformó en la búsqueda del zapatito de cristal.
Me pasé días caminando y viendo zapaterías por Cabildo. Olivos, internet. No consigo las botas para mis pies.
En mi manotazo más reciente, entré en una zapatería que está en Belgrano hace muchísimos años. Charlando con el vendedor, le cuento mis desavenencias en la búsqueda del bendito par de botas. Ellos también tenían animal print. Y alegué contra ello. La explicación que me dio el sujeto fue la siguiente: “las botas son, en realidad, de goma transparente. Lo que les da el estampado, es una media que se pega en ellas, por dentro y se trae de Italia.” Aaaaahh, dije. No solo no encuentro las que me quepan bien, sino que no hay estampados porque o solo dejan entrar “finos” modelos de leopardo o cebra o es el remanente que les quedó a los fabricantes.
No conforme con eso, el vendedor agregó: “La fábrica Calfor estuvo cerrada 3 meses porque se le había roto una inyectora mecánica que se trae de Italia y no se la dejaban entrar al país. Como el dueño amagó con cerrar y dejar gente en la calle, a los 3 meses apareció el repuesto”. Ah bueno, macanudo. Ahora sí hay Calfor, muchas y muy lindas. Pero no hay de otras marcas.
Cada tormenta es un fastidio. Tengo que salir bien cubierta porque mi bomba de insulina, la que tengo hace 3 años, puede mojarse y estropearse. Y no es broma, es un adminículo muy caro que las obras sociales se resisten a otorgar aunque sea en pos de la buena salud de un paciente. La bomba se usa hace muchos años: Ha cambiado de forma, color y hasta función de acuerdo a los avances científicos. No todos los pacientes son pasibles de usarla: ni a todos les convence la idea, ni todos los médicos lo ven como algo imperioso. En mi caso, todo vino por una necesidad de cambio: las enfermedades crónicas son un montaña rusa, te vas cansando de una cosa, querés otra. A veces estás estable, otras veces no. Y la bomba forma parte de eso: de una necesidad de estar mejor, ayudada por ese aparatito.
La adquirí luego de presentar una gran cantidad de papeles en mi obra social, justificando el pedido de tamaño gasto. 90 y pico días después de haber llevado todo me informaron que estaba aprobada y que me la entregarían. Me explicaron que, cada 3 meses, tengo que presentar otro tanto de papeles para que me dieran los insumos, que son descartables y se cambian cada 3-4 días. Hasta el día de la fecha, no tuve inconveniente alguno con la reposición de los mismos. Pero hete aquí que la semana pasada leo por dos fuentes diferentes (Diario La Nación y Revista Fortuna) que la Liga Argentina de Protección al Diabético (LAPDI) denunció que, por las trabas a las importaciones, no están llegando de manera debida los insumos necesarios para los usuarios de bomba.  Por “insumos necesarios” hablo de reservorios-cartuchos donde se deposita la insulina a utilizar- y sets de infusión, a los que llamamos catéteres, que sirven para enviar la insulina desde el aparatito hacia el cuerpo.
Y no es algo que me puedo tomar a la ligera: no me están indicando que en vez de tomar Amoxicilina de Roemmers use la Richet, sino que, para reemplazar los insumos, tengo que volver a las viejas jeringas. ¡Y no solo eso! Tendría que solicitar otra insulina más, ya que la terapia con infusores solo requiere de un solo tipo de insulina (aspártica o lispro o glulisina, depende el laboratorio) y las terapias tradicionales cuentan con, al menos, dos tipos diferentes de dicha medicación. Es decir: que, eventualmente, me falten estos elementos - ya básicos para mí- es un trastorno mayor del que parece ya que estos no son reemplazables por otras marcas y no se producen en Argentina. Además del malestar emocional que produce en un paciente crónico la posibilidad de tener que mandar al tacho el tratamiento quién sabe por cuánto tiempo y por decisiones políticas poco felices.
Puedo prescindir perfectamente de un par de botas de lluvia. Aunque las considero muy útiles, realmente, me las puedo arreglar sin ellas no así con los insumos.
Lo mejor de esto es que, vuelta y vuelta por Olivos, encontré un par de botas Calfor de media caña, perfectas para mis pies. Claro que las compré. Ahora tengo asegurados pies secos pero la incertidumbre de un tratamiento eficaz.