“¿Y si mi mamá se va al cielo?” le preguntó Isabel de 5 años
a su abuela ante la incertidumbre de no saber si iba a volver a ver a su mamá,
que estaba internada muy grave y ella, apenas, la había visto ir la mañana del
martes sin saber que esa sería la última que compartiría con su madre.
Me pregunté, entonces, si el cielo existe realmente.
Automáticamente, mi respuesta atea es que es un sitio que nos inventaron para
esperar por una vida nueva en la tierra cuando llegue el día de la resurrección
de la carne.
No sé como explicarlo, pero de golpe quise creer en que el
cielo existe para poder contarle, algún día, a Isabel, que su mamá la va a
cuidar desde allá lejos, sentadita en una estrella.
También necesité creer que el cielo existe para pensar que,
entonces, Nadia dejó de sufrir y se reunió con su papá y su abuela, a quienes
ella amó y su partida la desencajó.
Son los días en los que ser religioso te acaricia un poco el
alma, porque si depositamos en la voluntad de Dios lo inexplicable y doloroso
de la muerte, estaremos menos mal. A los que no creemos, nos pasa que buscamos
motivos terrenales contra los que no podemos luchar, porque ya está, ya pasó,
qué podés hacer ahora.
Si pensás que Dios quiso eso, pensás que la persona está en
un lugar mejor y queseyó cuanta cosa que hace que el dolor se reduzca al más
allá y en el más acá todo se hace más ligero.
Nunca hay una receta que te ayude a transitar la muerte de
una manera no traumática. El famoso “estoy preparada” no es tan así, porque
cuando llega el momento, a la hora de los bifes, es imposible no caer en la
pregunta que no tiene respuesta: “¿Y ahora cómo sigo?”
No es fácil para un adulto, y estimo que tener que
explicarle a una niña que pide ver “un ratitito” a su mamá, decirle que eso no
va a ser posible, debe de ser una de las peores tareas, más difíciles que los
trabajos de Hércules.
Por momentos desearía no querer saber si el cielo existe o
no. Por momentos quiero que exista y así pensar, como quien cree en los Reyes
Magos, que allá están mis amigas y mi abuela y que un día que no se cuál será,
las voy a ir a visitar.