23 de junio de 2012

Brilla tu luz para mí





                                                                                                         Shine on you crazy diamond.
                                                                                                                                 You were caught on the crossfire  of 
                                                                                                                                                       childhood and stardom,
                                                                                                                                                    blown on the steel breeze.


Unos días antes de que me llegara la noticia, viajaba, a las apuradas, a Boulogne en un 71. Por error de dial, caí en la Vorterix. Hablaba Mario. Sí, el mismo que te enloquecía. Contaba que se cumplían 10 años de la muerte de Ricky Espinosa. Por primera vez, escuché una canción de Flema. La voz de Ricky me dio angustia y tristeza. Seguro que tenía que ver con el aniversario de su muerte, qué se yo.
Me quedó flotando eso en la cabeza y, cuando volví a casa, “gugleé” su nombre y vi fotos. Y leí la bio en Wikipedia. Toda miseria. Tristeza, depresión y punk.
Vos tenías algo en común con Ricky, tenías algo de punk. Y eso que no era lo que más te gustaba, preferías a Pink Floyd, como yo. Pero tu vida era punk, era alternativa. No estabas en ningún lugar en particular, no había límites.  Te prendías un pucho atrás del otro, tu voz ronca de tanto humo era la clave. Y te gustaron el porro, la merca… todo así, sin límites. Pero tenías tu way of life, tu manera de sobrevivir a tu pasado, a tu presente.
Laburabas aquí y allá. Bares, cafés, bingos y tatuajes. Te faltó un banco, supongo. No te faltaron pelotas cuando te hiciste cargo de tu hermana más grande ni cuando te metiste con Vicky, a vivir, de cabeza, juntas.
Tu inteligencia era formidable, pero te faltaba un ancla. Pensé que Vicky era tu ancla y no la pegué. En el verano juro haberte visto bien y me dije: esta piba le hizo el click. Le erré a mi pronóstico, supongo.
La última vez que hablamos fue después del 15 de abril. Entre el 15 y el 19. Puntualmente me acuerdo porque charlamos de mis vacaciones y de la operación de mi vieja. Y aproveché y, vía msn, te conté del casamiento. Te pedí que no le contaras a Dany porque pensaba hacerlo personalmente. Te pusiste contenta. Me dijiste que imaginabas un vestido de colores y te dije que era mucho, que pensaba hacer algo no tan tradicional, pero tampoco la pavada. Antes de irte, previo habernos llamado “boncha”- código que manteníamos desde los 15 o 16 años- , me repetiste, como otras veces: “vos me salvaste”. Y esa frase me quedó flotando en la nebulosa de lo indescifrable. ¿Cuándo te salvé? ¿A los 16 cuando te apareciste cortajeada y te hablé de todo lo bueno que había por hacer? Creo que hablabas de esa vez. A menudo me lo recordabas. Como si me lo estuvieras agradeciendo, pero me costaba interpretarlo. Me pareció natural explicarte que el suicidio no era la opción y que tenías muchas virtudes. Pero cada persona retiene diferentes palabras y momentos.
Como no la vi a Dany, le mandé un mensaje vía Facebook contándole que las invitaba a ustedes a mi casamiento. Al día siguiente, me contesta “buenísimo” pero que había pasado algo con vos. Cosa loca, me acordé que te gustaba Madonna y pensé si irías a verla. Asocio la canción Frozen con tu cara. Cosas raras.
En fin, el mensaje de Dany me dejó algo intranquila. Le comenté a Guido, de manera resumida, cómo era tu vida. Un repaso, casi un homenaje. Le conté de la última charla que tuvimos y nos fuimos a dormir. Al día siguiente, justo el 3/6, entré a tu muro del Face. Y los mensajes fueron diciéndomelo todo. Lo miré y le dije que me parecía que te habías ido de gira. La llamé a Dany. Casi con monosílabos (porque estaban los chicos presentes) me lo explicó. Y yo me quedé dura. El día que se cumplía un mes de tu salto, me enteré de la noticia.
Ese día, yo no estaba para salvarte. Era imposible que estuviera. Nadie entendió nada, ni tu familia ni Vicky, que presenció todo.
Ahí fue el día en el que te volviste a parecer a Ricky Espinosa. Nadie sabe porqué ni qué les pasó por la cabeza, pero decidieron saltar hacia la nada. Se fueron como estrellas de rock y hoy, son una estrella ahí en el cielo.