28 de febrero de 2021

Violencia es mentir

 

Perdón, no me queda otra, tengo que citar a Los Redondos a pesar del Indio. Quizá esto no esté pulido y esté minado de comentarios personales pero un poco vengo a sentar opinión porque es lo me surge en este momento.

El problema no eran las bolsas, sino la tipografía y los carteles que ponían atención en personas y dejaban por detrás el hecho que nos convocaba (física o emocionalmente): el robo de vacunas perpetrado por el gobierno y sus amigos o familiares. Acá no se trata de una persona vacunada sino de un modus operandi que da cuenta de que todos somos iguales, pero algunos son más iguales que otros.

El periodismo, militantes de las redes, trolls de carne y hueso, políticos de la oposición y el oficialismo salieron a rasgarse las vestiduras por el envoltorio y no por el contenido de la bolsa. Lo simbólico, que cada día está más presente en nuestra cotidianeidad, era una bolsa de consorcio emulando un saco mortuorio, pero ¿qué representaba? Desde mi punto de vista, mucho más que un posible fallecido por Covid y falto de acceso a la vacuna: adentro de esa bolsa negra está el país que dejamos de ser hace mucho más de un año. Adentro de esa bolsa está nuestra economía, nuestra salud, nuestras instituciones, nuestro presente, nuestro futuro y todo tipo de contrato social conocido hasta agosto de 2019.

Les pareció violento, aberrante pero no les parece ni violento ni aberrante todo lo que ocurre hace casi un año (estamos a días de que se cumpla el 1er aniversario del DNU 260/20, que rige nuestra vida desde entonces y este besito es para la Constitución Nacional). Es dable tratar de hacer una lista para que no nos olvidemos: se destruyeron y se siguen destruyendo miles de fuentes de trabajo; se confinó a la población sin plan de salida y trasladarse de un punto a otro requiere de permisos de circulación y leyendas como “ahora ya podés irte de vacaciones” son arrojadas por un sistema perverso de aplicaciones y engorros varios; valiéndose de la necesidad de permisos, muchos lugares instauraron toque de queda a horarios por demás extraños (algunos, desde las 16hs) y quedamos a merced de las fuerzas de seguridad lugareñas, hecho que devino en homicidios en comisarías, detenciones ilegales, desapariciones que ahora no parecen ser forzadas ni importantes, accionar policial desmedido, también accionar judicial -como el caso de la pareja que quedó varada en Chubut y su hija les fue sustraída de manera absolutamente irregular- y una caterva de cosas más relativas a eso. También ya sabemos que no parece ser violento el daño psicológico sobre la población, no importa la edad ni es muy necesario remarcar el tema de los niños marginados del sistema educativo por la insistencia de los gremios docentes, en connivencia con el Ministro de Educación, de no permitir la presencialidad en las clases. Tampoco les parece violento que todo requiera un exceso de burocracia indigna, ni les parece violento el robo a los jubilados con la nueva inmovilidad jubilatoria, ni parece violento que, en nuestra cara, nos estén diciendo que está bien que haya gente que se haya vacunado mucho antes que los viejos a los que se suponía que debíamos cuidar, no vayas a ver a tus padres, los vas a matar, pero ahora, ja ja ja, son viejos, no son tan importantes en la sociedad. Pero también fijate que en otras sociedades a los ancianos se los respeta, pero bueno no son estratégicos, no seas viejo, man.

Dicho así, parece que me hubiera tragado un par de psicofármacos o alguna droga ilegal y que estuviera siendo incongruente: ojalá eso fuera cierto, pero ese es el discurso oficial. LA salida de Ginés Gonzalez García no es una muestra de transparencia por parte del gobierno. Ni siquiera es saneamiento de la cartera de salud: es abrir el paso para otra cosa. No habían terminado de echarlo que estaban diciendo que, igual, fue un muy buen ministro y salieron a atacar al GCBA por diversificar la vacunación, como se hace TODOS los años con TODAS las vacunas, a fin de hacerlo más eficiente y de evitar demoras. Ah, pero privatizaron las vacunas. Iletrados. Son iletrados. O analfabetos. Gente que trabaja en salud repitiendo ese discurso. Inenarrable.

Mienten sistemáticamente y es irreversible. Les parecen violentas 5 bolsas negras y no lo que pasa en Formosa, con la gente encerrada porque sí, porque así lo dispuso Gildo. No les parece violento que separen a una madre de un recién nacido o que una mujer pierda su embarazo de término porque no la dejaron ir a atenderse a un lugar preparado para eso.

Tampoco les parece violento un presidente que hace declaraciones de guapo de barrio que, en la primera de cambio, se va al mazo. Un más capito de aquellos, hubieran dicho en Okupas, allá por el 2000.

No les parece violento ir al supermercado y que falten productos y que el gobierno emita mensajes amenazantes, instando a las empresas a cumplir cosas imposibles de cumplir, toda vez que el propio Estado tiene discordancias absolutas y no está cumpliendo con un plazo de nada.

Violencia es que te roben y, encima, te mientan. Y que te traten de imbécil. Violencia es no poder despedir a un familiar en un sepelio o poder compartir un momento feliz porque el gobierno así lo decidió y, a la expectativa de una inmunización colectiva y eficiente, viene un juamperez de 20 años que, bien cagón -pardón my french-, le sarpó la vacuna a una persona que la necesitaba más.

Entonces no me vengan con que 5 bolsas de mierda les parecen violentas. Nos pasamos viendo escenas de violencia simbólica (taaaanto que les gusta hablar y hasta armaron un ministerio y un observatorio para eso) que fueron tremendas. 12 años de gestión kirchnerista + los 4 de Cambiemos, viendo escenas indescriptibles y que todas fueron mencionadas. Todas fueron llamados a la violencia y algunas pasaron de lo simbólico a la acción, como las escupidas a fotos de periodistas u otros miembros de la sociedad civil en la Plaza de Mayo.

Violencia es que te digan que el hijo de un sindicalista es personal estratégico y que no haya una purga o un proceso debido sobre esa gente.

Entonces, me queda la siguiente lectura: tiraron tanto de la soga que las bolsas les dieron miedo. A diferencia de la arquitecta egipcia de tobillos anchos, no tienen que tenerle ni miedo a Dios ni un poquitito a ella: tienen que tener miedo de la sociedad civil cansada. Y está bien.

 

 

20 de febrero de 2021

Vacunado el Perro, empezó la rabia


Uno podría sentirse sorprendido con lo que pasó ayer con respecto a lo que algunos llamaron “Vacunatorio VIP” si viviera en un país más o menos normal. Ni siquiera digo serio: normal. Aunque en Argentina, la norma, lo normal, es estar acostumbrados a este tipo de situaciones y creo que nos escandalizamos más por la puñalada trapera que le dieron al ex Ministro de Salud que por el hecho en sí. En parte, aunque no lo dijimos a viva voz, ya sabíamos que esto pasaría. Todos son ateos hasta que el avión se empieza a caer y son solidarios y responsables hasta que la vacuna es un bien escaso.

No es nada sorprendente lo que pasó. Es una operación más entre tantas otras que vemos a diario. El gobierno, sus militantes, periodistas, intelectuales y adláteres son campeones en las artes quirúrgicas. Pero siempre son el cirujano desprolijo que se deja la gasa adentro y te produce una infección y hay que proceder con urgencia antes de que la cosa se complique.

Todo empezó con esa intocable intelectual de culto, la tía Betty, que se hizo la recta en un programa de televisión diciendo que le ofrecieron una vacuna por debajo de la mesa. Quizá le acariciaron la rodilla y por eso no quiso decir quién fue y nadie se preocupó mucho en investigar. Como lo que dice la notable señora sólo es tenido en cuenta por un grupo reducido de personas, hubo que ir un poquito más a fondo. Entonces hubo que pensar en alguien experimentado en este tipo de cosas, no en un improvisado. Y fueron por el titular del Sommier Celster. ¿Quién más fiel que un Perro con hambre?

Es un poco simpático que usen el “VIP” para mencionar a una parva de personas inmorales. Quizá estemos hablando de Very Immoral People y así estaría bien. Me parece inmoral que sigamos viviendo con nuestra vida suspendida por el Decreto 260/20, que para el comienzo de clases la sociedad haya tenido que levantar la voz, que para circular haya que tramitar permisos, que sigan insistiendo que la gestión de la pandemia fue un éxito cuando, hace poco más de un año, el saliente ministro dijo, como si hablara en un asado familiar, que el virus no iba a llegar y toda la sarta de barbaridades indignas de un galeno. Desde entonces a esta parte, 51mil personas fallecieron por COVID-19, otras tantas murieron por la desatención que les propinó el sistema de salud abocado al tratamiento de una sola enfermedad, otras están padeciendo los efectos adversos del abandono de sus tratamientos por “pandemia” y resta trazar las morbilidades relativas al encierro que nadie se atreve a medir, porque los números serían por demás escandalosos y, como ya lo han comentado, tenemos un gobierno de científicos anuméricos, que prefiere sostenerse en las creencias paganas de un dios cualquiera.  

Es inmoral que el gobierno de la provincia más populosa del país se adjudique, como logro, la inscripción de 2.5 millones de personas para una vacuna que ni siquiera hay. Es inmoral que, mientras le dicen a la gente que espere, haya otros que vayan a un sucucho en la casa de gobierno para recibir su vacuna, por fuera de lo establecido para el resto de los mortales.

Se ve que con la suspensión de los corsos, muchos se quedaron con los redoblantes sin usar y los trajes esos de murga triste sin estrenar y aprovecharon la ocasión para ir a hacer su desfile de carnaval frente al Rey Momardez. Pasaron frente al palco escenas muy indignas y arrastradas, en las que los murgueros hacían el borracho para ganarse la gracia del mandamás y se ofuscaron muchísimo con la supuesta estafa propinada por “el mejor ministro de salud de la democracia” pero nadie se ofende con las personas que sabiendo que estaban quedándose con algo que no les correspondía, accedieron a la vacuna. Porque, así como debía rodar la cabeza de GGG por ser la autoridad máxima involucrada, la gente que organizó la gesta inmunizadora también debe ser despedida, así como los funcionarios públicos que, haciendo abuso de sus facultades y amiguismo, fueron corriendo a mendigar una dosis. La condena para ellos también debe caer con el mismo peso. Sí, dije caer. Si decimos a otros que no compren repuestos de autos o bicicletas robadas porque, muchas veces, fueron adquiridas sangre mediante y favorece la delincuencia, esto es lo mismo. Una persona adulta que fue por sus propios medios a vacunarse de manera escondida, quitándole la posibilidad a quien sí lo necesita, no es otra cosa que un criminal.

Han tenido la indecencia de comparar la gravedad del caso con la caída del sitio web de la Ciudad, acusando a las autoridades de cualquier cosa, pero eligieron hacerse a un lado sobre una muestra más de corrupción que implica la salud de la población. Porque mientras encerraban a los niños privándolos de ver a los abuelos y de ir al colegio, ellos estaban vacunándose a sabiendas de que eso estaba mal. Valdez dijo que no sabía que eso era ilegal. Bueno. No es ilegal en cuanto a que no hay algo reglamentado al respecto, tiene razón. Justo a él le vamos a estar explicando teorías del delito. No es ilegal, es inmoral.

También es inmoral la maniobra del que, habiéndose vacunado, comente muy suelto de cuerpo lo que pasó. Es tan evidente que ni siquiera los servicios ya actúan con un poco de decoro. Servicios eran los de antes, claro. Era necesario sacarse al collar de melones de Ginés y el perro rastrero se convirtió en uno de caza y guio exactamente el camino hacia la presa. Y el amo disparó. Nada puede malir sal.

Todavía queda saber por qué la señora de las macetas le bajó el pulgar a uno de los que pidió en el pan y queso del gabinete. Quizá no le separó unas dosis para que ella distribuyera.

 

 

9 de febrero de 2021

Mi patriarcado se cayó en un pozo

 

                               

 

Según el nuevo libro de efemérides argentinas, el 14 de enero de 2021 será nomenclado como el Día de la Caída del Patriarcado, hecho que se llevó a cabo gracias a nuestro Comandante en Jefe, Don Alberto Ángel Fernández.

No conforme con decir que estaba feliz y lleno de gozo porque nuestro país ahora es más igualitario, el señor espetó: Está claro que no terminó aquí la batalla por la desigualdad de la que estamos hablando, se va a terminar el día que en el trabajo las mujeres tengan más mismas oportunidades que los hombres, que no haya un
a discriminación de ingresos y que ninguna mujer pierda una oportunidad de trabajo por la posibilidad de quedar embarazada
”. Como decir que, en toda esa frase, lo que chorrea es el patriarcado del 1800, más o menos. Básicamente, porque esa desigualdad existe y, haciendo una lectura entre líneas, ahora se paliará con abortos preventivos.

Para la versión siglo XXI del feminismo mainstream, el patriarcado es una entidad representada por un conjunto de cosas intangibles pero que existen. Se creó una discursiva con terminología propia (“machirulo” es su máxima expresión) que intenta atacar, valga la redundancia, discursivamente, a esa masa informe que es el patriarcado y a esta altura de la soirée, ya no sabemos bien cómo está conformada pero existe, está y hay que combatirla sin preguntar mucho, provistas del pañuelo verde, quizá de algún otro color más y, por qué no, envueltas en la bandera que representa la diversidad sexual.

Qué suerte tuvieron, las que tanto lucharon durante siglos para promover el lugar de la mujer en la vida cívica, laboral y por fuera de los roles tradicionales de madre, ama de casa, costurera o maestra, que un día, sin saberlo, llegó la caída del patriarcado, nada más ni nada menos que gracias a un hombre que empuñó la espada de la justicia y habremos de rendirle pleitesía, por los siglos de los siglos, amén.

No tienen, desde ya, relevancia los esfuerzos políticos de mujeres como Florentina Gómez Miranda o, un poco más acá en el tiempo, de Patricia Bullrich, que siempre bregaron por una ley de interrupción voluntaria del embarazo y que trabajaron, codo a codo, en un mundo de hombres, para tener lugar y ser respetadas como tales. No importa: San Alberto nos libró del patriarcado.

Creer que el acceso al aborto legal, seguro y gratuito nos pone en un país más justo es una falacia inmensa. Básicamente, porque acceder a un aborto es porque fallaron un montón de instancias previas, ergo, la injusticia lo precede y no es, entonces, la interrupción del embarazo un acto de justicia sino todo lo contrario. Sacando excepciones de accidentes que a cualquier persona le pueden ocurrir, lo que se desplazó de la discusión fue la falla en la atención primaria de la salud y la medicina preventiva. No se cotejó que existen, actualmente, los siguientes métodos anticonceptivos, sin repetir y sin soplar: preservativo, DIU, SIU, implante subdérmico, anillo e inyecciones. Todos ellos, cubiertos por obras sociales, prepagas y el Estado. Si todo eso falla, existe la famosa pastilla del día después. Pero no se habló de la falta de prevención del embarazo, no. Se habla de la elección de la mujer, de que la maternidad será o no deseada pero sólo en caso de embarazo. ¿Por qué no se habla de la elección de métodos de prevención? ¿Por qué no se habla de la desigualdad en los accesos a los mismos? ¿Por qué piensan que la caída del patriarcado es la elección de abortar y no la elección de tener relaciones sexuales sin riesgo de embarazo? Quedó lejos, también, la revolución sexual que propició la llegada de las pastillas anticonceptivas. Tampoco se había caído el patriarcado, parece.

En lugar de reforzar medidas para la prevención, se abocaron a la situación extrema sí y sólo sí para construir épica sobre el caso. Para seguir diciéndonos a las mujeres que, aunque podíamos elegir no quedar embarazadas, no éramos lo suficientemente libres porque no existía una ley que fue promesa de campaña y que promocionan como una canilla instalada en el NOA o unas cajas enviadas por la Primera Dama, posibilitadora de situaciones diversas e inconexas, para fidelizar clientela.

Finalmente, las feministas de cartón pintado que azuzaron la salida de la ley quedaron como unas cortesanas que deberán reescribir la historia y agradecerle, a un macho de pura cepa, la caída del patriarcado.

 

NdR: Este texto lo escribí antes que el publicado en la entrada anterior. No iba a subirlo pero, ante la desazón pública por la caída del patriarcado y que no se cumpliera el cometido, elegí publicarlo. Por ello hay un extracto casi textual de este en el otro.

 

2 de febrero de 2021

Lo simbólico, lo real y lo imaginario

 

                                                

 El manejo de lo simbólico de la derecha es superior al nuestro. Por eso crean sentido, sedimentan prejuicios y articulan grupos heterogéneos. Subestimar la batalla en el terreno de la subjetividad es un error estratégico. Más cuando la peste condiciona tanto la economía” dijo Leandro Santoro desde su cuenta de Twitter, supongo, molesto por la aparición de Patricia Bullrich en Villa Gesell y su idea de que estamos en una guerra sin cuartel y, por qué no, por el revuelo causado por la salida de Seúl. Quién sabe. Sin embargo, el politólogo tiene un error de diagnóstico enorme y es el de pensar a “la derecha” como capitalizadora de lo simbólico. Ha sido lo que se denomina “izquierda” la mayor generadora de recursos discursivos, diría que goebbelianos, a fin de ir ganándose distintos actores sociales, para afianzarse y pisar fuerte en la escena política y perpetuarse en el poder.


Che piba, vení votá

De 2003 a esta parte, el eje del kirchnerismo no estuvo en la base social del peronismo y sus valores fundacionales, sino que fueron ocupando los nichos vacíos que dejaron las políticas del menemismo y la abulia post crisis del 2001: fueron a por los jóvenes despolitizados. Innegable jugada de ajedrez, porque nada es más lindo ni más atractivo, cuando sos estudiante, que ser de izquierda. Y no había una representación muy clara o carismática: los partidos tradicionales de izquierda estaban, como siempre, fraccionados. Parece un chiste recurrente, pero es la historia de ellos. El último intento fue el armado del FIT y que, al poco tiempo, ya tenía internas propias, entre lo más moderno y lo más ortodoxo del pensamiento trotskista-leninista. El kirchnerismo, hábilmente, recogió ese guante y armó una épica inmensa, mostrando a sus líderes como dos ex Montoneros, pusieron de nuevo en uso el vocabulario setentista, montaron una escena espléndida de militancia y crearon La Cámpora. Risas aparte sobre el nombre elegido y la coincidencia del 4to gobierno kirchnerista y lo que nos imaginamos, buscaron el nombre de un presidente puente de la historia del peronismo para el gran salto a lo que luego devino en la debacle conocida. Pero a los jóvenes les vendieron eso. A una sociedad vacía de militancia y participación ciudadana, recordemos que las asambleas barriales fueron un boom que duró lo que tenía que durar y quizá fueron el proto kirchnerismo, no podremos saberlo.

Ahora bien, habiendo conseguido tener a gran parte de la población sub -35 en la palma de la mano, no podían descapitalizarse ante la avanzada de lo que fue la gestión de Cambiemos en Nación y los dos distritos más ricos del país. En un golpe de timón, veloz, encontraron el siguiente nicho: la cuestión de género. Todo empezó con el movimiento “Ni una menos” cuyas caras visibles eran, en su mayoría, mujeres que, de una forma u otra, estaban de su lado. Así fueron avanzando en diferentes lugares y todo se convirtió en una cuestión de género, pero sólo cuando les mojaba la oreja a ellas, porque no fue nada importante que Buenos Aires tuviera una gobernadora ni que la cartera de Seguridad la manejara otra mujer, las periodistas de la entonces oposición fueron muy poco sororas y decidieron arriar banderas hasta su vuelta triunfal a la gestión pública.

En diciembre de 2019, el presidente oficializó la creación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. En ese instante, se nacionalizó la cuestión y pasó a ser, la mujer o las mujeres, el nuevo actor político a conquistar. Al día de la fecha, en los restantes ministerios, se abrieron oficinas de género. Se dictan cursos sobre la Ley Micaela. Hacen charlas sobre el concepto de “llegar al verano”, por ejemplo. No hablan mucho sobre la violación de los derechos de las mujeres en Formosa o sobre el crimen en San Luis de Florencia Morales, detenida en el marco del ASPO, en abril de 2020. Están para cosas simbólicas. Ni más ni menos. No están para políticas de estado.


Es amor lo que sangra

Asimismo, el ministerio de Economía abrió una dirección armada a la medida de Mercedes D’Alessandro, creadora de EcoFeminita. La dirección en cuestión hace menos de 30 días dedicó unos tweets sobre lo que le pasó a la economía de las mujeres durante el ASPO. Casi un año después, recordaron que muchas quedaron sin trabajo. Pero ¿por qué? Porque ocuparon su tiempo y esfuerzo en algo simbólico, que es el concepto nuevo de “Justicia Menstrual”. Plantean que es justo que el Estado se ocupe de brindar elementos de “gestión menstrual” (aka higiene personal) a aquellas mujeres en situación de vulnerabilidad. Según dicen sus números, una mujer promedio gasta $8000 al año en eso y no es justo. ¿Qué es lo que no es justo? No es justo que una mujer no tenga ingreso suficiente para cubrir menos de $700 mensuales, no el valor de los productos. En su lógica, lo que está mal es el precio de mercado y no la falta de accesos de esa mujer que ponen de ejemplo. Si una persona no puede destinar $700 de su presupuesto en algo de higiene personal, su problema es mucho mayor y no estamos hablando ya de injusticia menstrual sino de injusticia a secas. 

 

No conforme con eso, las chicas de la dirección de D’Alessandro, insisten y quieren ofrecerles a las personas menstruantes las copas de silicona. Si bien son económicas y sustentables, no sería lo peor del caso. La pregunta sería a qué precio pretenden pagarlas al proveedor del Estado y si piensan que es la única solución. Todos sus actos revisten mucha incongruencia: por un lado, hablan de la mujer empoderada y la autonomía y, por el otro, la única solución que le dan es la copa menstrual, que no es cómoda para cualquiera ni se adapta a todas las necesidades.  Y, además, no dejan de recalcar la desigualdad que representa menstruar mensualmente. Era algo que creíamos superado, pero no. Un debate que socialmente creíamos saldado resurge, como el vocabulario setentista, para recordarnos que siempre necesitamos que alguien nos tienda una mano a las desvalidas. 

                                             
                                        

Para continuar con esto, la Policía de Seguridad Aeroportuaria twitteó, con orgullo: “La PSA entregó 2.000 copas menstruales a las mujeres y personas menstruantes que integran la fuerza. Esta acción busca alcanzar la #JusticiaMenstrual al revertir la situación de desigualdad de género que implica la menstruación en las carreras profesionales de las mujeres”. Acompañado de imágenes a donde se ven las cajas de la Eva Copa (de laboratorio Elea, cuyo uno de sus miembros estrella es Hugo Sigman), el personal recibe su nuevo adminículo de gestión menstrual y una capacitación para el uso. Es desconcertante que, mientras desde Economía dicen que la idea es asistir a las mujeres en situación de vulnerabilidad, la PSA les otorgue a las asalariadas una copa a la cual podrían acceder con su sueldo. Eso, desde lo económico. Pero desde lo simbólico, es un tiro en los pies: en el año 2021 están diciendo que menstruar te quita posibilidades de trabajar correctamente -existiendo toallitas, tampones y medicamentos que mejoran los síntomas- y, peor, de hacer carrera. Per se, las fuerzas de seguridad son ámbitos un tanto hostiles para las mujeres, un poco por historia, otro poco por reproducción del sistema existente, pero al plantear esta postura asistencial, invasiva y estigmatizante, en su afán por mostrarse aliados, muestra que las cosas siguen y seguirán iguales que antes.

 

Los titanes del orden viril

Toda esta línea discursiva fue sellada el día de la promulgación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, cuando el Presidente dijo que él personalmente había terminado con el patriarcado y agregó: “Está claro que no terminó aquí la batalla por la desigualdad de la que estamos hablando, se va a terminar el día que en el trabajo las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres, que no haya una discriminación de ingresos y que ninguna mujer pierda una oportunidad de trabajo por la posibilidad de quedar embarazada” En este intento por achicar la desigualdad, Alberto Fernández destiló la visión patriarcal de la que pretende despegarse y da a entender otra cosa: que la desigualdad podrá paliarse con abortos preventivos.

Lejos quedaron las grandes mujeres de la historia porque todo su trabajo se ve invisibilizado por el canon de época. Aquellas que tanto lucharon durante siglos para promover el lugar de la mujer en la vida cívica, laboral y por fuera de los roles tradicionales de madre, ama de casa, costurera o maestra, dejaron de tener importancia porque el nuevo canon de época lo pide.

Lo simbólico, entonces, es algo que maneja muy bien la autoproclamada izquierda pro-redistribución de los ingresos: ahora en lugar de máquinas de coser, tendremos copas y abortos, gracias al Estado abastecedor. Todo un logro de gestión.