18 de agosto de 2013

La figurita difícil

Este Día del Niño me gustaría poder regalarle a esos chicuelos que esperan en hogares de tránsito (provisorio-permanente) una familia. Una familia de la forma que sea, pero un grupo donde puedan sentirse amados, deseados, contenidos y con pertenencia. 
Pienso en todas esas caritas que están en lugares caídos en el olvido. Alguien los dejó allí -por los motivos que fueran-, olvidados por primera vez. En esos lugares, el Estado sólo interviene como contenedor de gente sin rumbo. Hay gente que labura a pulmón, para que esos chicos sean personas, con una identidad. Porque entre los Derechos Humanos y los del Niño el de la identidad se nos está yendo por alguna alcantarilla. Y hay muchas parejas dispuestas a darles un lugar en sus casas, pero no como aves de paso. Un lugar para siempre, un lugar en sus vidas. Y sendos deseos van por la misma ruta, pero no llegan a cruzarse porque las leyes son lentas. Y no es que esté mal que los "postulantes a padres/madres" tengan que cumplir ciertos requisitos, porque es real que la adopción debe ser algo minucioso y a los "postulantes a hijo" hay que asegurarles un ambiente sano y que no se haga una adopción con otros fines, como la prostitución infantil. Pero me parece cruel, muy cruel, que de un lado haya parejas "aprobadas" y, del otro, niños en espera y que no se realicen los trámites pertinentes para satisfacer la necesidad de familia de ambas partes.
Porque es lindo saberse hijo o hija de alguien. Porque prefiero mil y una veces quejarme de mis viejos que no tenerlos. Porque nos construimos como personas, individuos, habitantes de un territorio, en el seno de una familia. Allí es donde está nuestro pequeño primer lugar de pertenencia. El apellido nos brindará un linaje, pero en el vínculo está nuestra pertenencia. Porque las familias, ahora, son de diferentes maneras. Y no importa cual sea la composición, lo importante es tener a alguien a quien llamemos y elijamos como familia. Y pertenecemos en el amor, en las circunstancias diarias, en la elección de seguir siendo familiar de. Conociendo algunos casos -mas o menos cercanos, depende- la adopción es un proceso traumático para quienes, por diversos motivos, deciden realizarla. Y más traumático es estar en una eterna lista de espera, porque en la espera, desesperan y los años van pasando, para las parejas y para los chicos. Y porque los chicos, a medida que crecen, van perdiendo algo así como su "condición de adoptabilidad", debido a que, generalmente, muchos llegan buscando bebés o pequeños de no más de 3 años para iniciarlos en la escolaridad. Y van pasando sus años ahí, esperando, con la ñata contra el vidrio. Y a los 18, chau, que te vaya bien y salí a la calle. Literalmente...¿a donde van a ir que no sea a la calle? 
Ojalá algún legislador le diera importancia a esto que pasa. Porque festejé y festejo la Ley de Fertilización Asistida, pero festejaría mucho si se modificara la reglamentación de la Ley de Adopciones. Una modificación que sea para bien, que evite el comercio de niños en el Norte y Noreste del país, a donde muchos acuden, en el deseo irrefrenable de maternidad y paternidad, a buscar un changuito que les haga de hijo. Donde familias en paupérrimas condiciones, agarran 2 mangos y los dejan ir con un par de extraños, pensando en que van a estar mejor. ¿Y si se los llevan para otra cosa? Chi lo sa. 
Es difícil, muy difícil. Porque hoy les podemos mandar un juguete, hacerles una merienda, regalarles ropa, pero no les podemos dar una casa y una familia, entonces me resulta complicado decirles "Feliz Día del Niño".