16 de abril de 2021

El agujero interior

Argentina está en un loop como los protagonistas de Dark. Los viajeros en el tiempo también están destrozando todo. La única diferencia es que no existe tal maquinita que lleva y trae a distintas épocas y, lo peor, es que este país no es la creación errónea de un científico dolido por la muerte de su hijo, ni se solucionará todo al destruirla: pareciera que nos quedaremos en el limbo quién sabe por cuánto.

Hace 13 meses, un Decreto nos confinó. No sólo nos confinó en casa, sino que estamos confinados del globo. También, nos conminó. Confinados y conminados podría ser el título de un thriller psicológico. Pero resulta que es nuestra realidad.

A la vista de todos, el Presidente, su Jefe de Gabinete, el Gobernador de Buenos Aires y otros funcionarios, no hacen otra cosa que amenazarnos. Hace más de un año vivimos bajo amenaza no ya del virus del que todos hablamos, sino que salen por televisión, radio y medios gráficos a decirnos que más vale que les hagamos caso. Y como últimamente eso no venía ocurriendo, sacaron a las fuerzas de seguridad a la calle. Avisos por redes sociales instándonos a pedir permiso para circular, violando la Carta Magna, escudándose en el bien común. Sí, ya sabemos quiénes más lo hacían, no hace falta aclarar.

Es un gobierno de terroristas en la amplia acepción de la palabra. Terrorismo no es sólo poner bombas. Ejercer terrorismo sanitario y psicológico funciona mucho mejor. Y a eso, le sumamos el económico.

Son apropiadores, usurpadores, verdaderos amigos de lo ajeno. Se apropiaron de nuestra educación, nuestra salud y nuestro bienestar. También se apropiaron de la libertad de trabajar. No dejaron un derecho por profanar. 


Mirá como los hacemos poner

También son violentos. Erróneamente, se dice que no dejaron grupo por ofender. Pero no los ofenden lo suficiente, porque una gran parte de la sociedad los elige, ergo, no hay enojo hacia ellos sino una relación psicopática, de victima-victimario. Hace unos años, dijeron que los docentes vacacionaban mucho. Un ramo de rosas y unos chocolates después recuperaron el apoyo de una importante masa de educadores. Para no ir tan atrás, en menos de una semana, el Presidente acusó al personal de salud de haberse relajado por atender otras necesidades. ¿Lo peor? También una gran masa de trabajadores sanitarios los votó. Sin ir más lejos, después de los dichos del presidente, el gremio ATSA se apuró en cerrar filas ante las medidas anunciadas. No habían pasado 24 horas, que el incontinente mandatario arremetió contra los padres que se agolpan en los colegios. Me detengo acá: casi tan culpables como los que se agolparon en el primer vagón del tren que chocó en Once. La gente es lo peor.

No conforme con eso, dijo, sin fundamento alguno, que los niños comparten barbijos, como los chupetines, bah. Y para no dejar dudas de que es una persona que no tiene miedo a decir barbaridades, dijo que los niños con discapacidad no son responsables con la distancia social, uso de barbijo y toda la perinola, porque no dimensionan la situación epidemiológica. Sepa disculpar, hombre gris, el que no dimensiona la situación epidemiológica es usted. Tampoco la dimensiona su comitiva de asesores, si es que su función es la de asesorar. La epidemiología es una disciplina compleja que no se basa en números de contagios: relaciona variables sanitarias y socioeconómicas que sirven para definir conductas a seguir o para establecer parámetros que sirven de estudio ya sean retrospectivos o prospectivos. Tantos científicos en el Conicet y ninguno se tomó la molestia de leer principios básicos de la investigación epidemiológica. Y hacia aquí quiero ir: siguen actuando, de manera tácita, basándose en la falsa dicotomía salud/economía, cuando está demostrado que eso no es viable. O ya no es viable a esta altura.

La inflación publicada por el INDEC -espero no lo intervengan otra vez- dio un 4.8%. La inflación, con los salarios actuales, genera pobreza. Y cerrar comercios también genera pobreza. Creo que esta variable la conoce el Presidente, porque la usó en su campaña: el desempleo genera miseria. No es una novedad, claro, pero parece que es menester traerlo a la mesa. El desempleo, subempleo, la precarización laboral y la precarización del nivel de vida acarrean enfermedades no transmisibles que también son pandemias o epidemias. Y eso sí se podría detener, pero optan por hacer de cuenta de que no existe. En un análisis corto y lineal, hay enfermedades relacionadas con la caída de los ingresos, como los trastornos de la salud mental (depresión, ansiedad generalizada, ataques de pánico entre los más frecuentes y de más incidencia) que pueden tener relación o no con un aumento del sedentarismo, factor de riesgo para enfermedades como hipertensión, obesidad, diabetes y otras metabólicas. Inevitable dejar a un costado al estrés como disparador de algunas de las mencionadas más arriba. Me expresé mal: es imposible un análisis lineal. Todo lo mencionado puede ser causa o consecuencia, elige tu propia aventura. La falta de actividad física y de ocio no son menos importantes en este análisis. Previenen o mejoran lo anteriormente descripto. Pero tal cosa ya no parece importar. Para el gobierno, relajarse está mal. La mención errada sobre el ¿relax? del sistema de salud deja ver que lo que propone el habitante de Olivos es que debemos estar en estado de alerta y movilización de manera permanente. Nada peor para la salud que eso. Desde ya que todo eso tiene explicación fisiológica, hay muchísimos artículos y bibliografía al respecto.

Alberto Fernández, Axel Kicillof y demás funcionarios prometieron asado. Y esto no es una chicana: prometieron una mejora económica tal, que podríamos comer asado cuántas veces queramos. Y el asado es algo social. Nos prometieron días felices y, si bien no es responsabilidad de ellos que apareciera la pandemia, es su responsabilidad la gestión de la misma. Y como gestionaron -y gestionan- mal, sólo pueden proponernos vivir en la infelicidad, con la promesa de que ya vendrán tiempos mejores. Seguro que, si nos portamos bien, seremos felices y van a cambiar: esta vez, no nos fajan más.

8 de abril de 2021

Zona de promesas

 

Por qué hicieron todo mal y lo siguen haciendo. Un recorrido sobre el año que pasó

Ya en enero, más bien febrero 2020, se sabía que venía el virus. No hay responsabilidades en una pandemia en el sentido de quiénes son los vectores y todo eso. Estamos en un mundo globalizado, hay gente que viaja constantemente. No son responsables los vectores, pero sí los encargados de políticas públicas. Ya sabemos: el virus no iba a llegar porque hacía calor. Por ello, no se molestaron en hacer controles eficientes en los aeropuertos y en las terminales de micros. No era tanto lo que se pedía: un rastreo de cada uno, pedirle que se cuarentenaran X cantidad de días hasta que se esfumara la posibilidad de estar contagiado. ¿Eso iba a impedir la llegada? No, claro. Lo que disminuía era la diseminación y reducía la velocidad de la llegada de la famosa circulación comunitaria. Todo eso no ocurrió. En marzo, las papas quemaron y casi toda la sociedad pidió cuarentena. Era lógico. Queríamos reducir la exposición, las imágenes de Europa y China eran desoladoras. Los que pudimos, nos stockeamos en casa. Subíamos fotos en pijama trabajando. Empezamos a mirar series. Eran 15 días. Y fueron 15 más. Y otros 15 más. Y otros 15 más. Al día de la fecha, sigue vigente el Decreto 260/20 que (des)regula actividades. Ante cada renovación de temporada de encierro, mientras algunos probaban con la masa madre, otros aplaudían a las 21hs al personal de salud. Otros, los instaban a mudarse de sus edificios. ¿Los gobiernos? Los obligaron a trabajar a destajo. Sin aumento y con un bono miserable. Pero tenemos Ministerio y salud pública, no como en USA.

Los medios de comunicación pasaban 24/7 cantidad de muertos y porcentaje de ocupación de las UTI. Desfilaron galenos y científicos afines y/o asesores del gobierno, contando lo grave que podía ser todo. Nunca decían el porcentaje de casos graves, la tasa de letalidad, nada. Desde luego, no se iba a hablar de los impactos laterales del encierro: problemas psiquiátricos, consumos problemáticos, aumento de peso, pérdida de empleo, aumento del estrés, etc. Muy pocos se atrevieron a contar al aire lo que se venía. Hubo un momento en el que Mauro Viale sacó al aire a Cristian Duré (médico emergentólogo) contando lo que pasaba en Suecia y acá se obstinaban en decir que allá estaban peor. Y empezó la cantinela del uso obligatorio del tapabocas. ¿Del regreso a las aulas? Ni noticia. Tampoco se hablaba del burn out del personal de salud, de la gente que tenía que ir a atender en otras actividades ni se hablaba de la falta de atención médica no Covid, o sea, la mayoría de las consultas corrientes en cualquier día, cualquier año.

Y de pronto se avizoró la esperanza con las vacunas que los laboratorios apuraron en salir. Fase III, pero dale que va. Y el gobierno se apuró a decir que, para fin de año, habría 10M de vacunados. Bueno, esperemos que así sea. Mientras, seguían insistiendo con que nos quedáramos en casa, que la gente sin pareja sexteara y así un montón de cosas. La mayoría de sus argumentos se iba desmontando ante la evidencia, pero a donde vamos no necesitamos evidencia.

Mientras se demostraba que el virus no se transmite por fómites, acá te exigen que arrojes solución de alcohol al 70% o de amonio cuaternario a cuanta cosa sea. ¿Es útil? Para nada. Ups, se me escapó: el gobierno aceptó que los bancos estuvieran cerrados, parece que no eran "esenciales" y vino el bancopallooza y las colas infernales de jubilados queriendo cobrar. También aceptaron que un montón de oficinas públicas que manejan atención presencial, cerraran. ¿Canales de atención? Un desastre. Mientras todo eso ocurría, se vaciaban locales y aparecían carteles de alquiler. Y tampoco podías alquilar porque estaba suspendida la actividad inmobiliaria. Por si acaso, cuando reanudó, salió la Ley de Alquileres para perjuicio de todos.

Llegó el esperado momento de ir a buscar el paquetito de vacunas. Pero no la de Pfizer, como prometió el gobierno ni tampoco de producción local, como se arrogaron los científicos oficialistas, sino la vacuna Sputnik V que decían que estaba en Fase III, pero nadie sabía.

Mientras una parte ponía el grito en el cielo ante la posibilidad de que se inoculara a la población con un producto sobre el que no había una sola publicación en medios reconocidos por la comunidad científica, el oficialismo se reía y decía que la campaña era por ideología. La realidad es que la salud pública no debiera tenerla y bregar por el bien de la salud de la sociedad está muy por encima del origen de un fármaco. Estamos en abril de 2021 y siguen diciendo "ah, pero antes les parecía veneno y ahora quieren la vacuna". Nunca quisieron entender que el punto era básico: pretendíamos publicaciones fidedignas y no un prospecto en ruso. Y queríamos (queremos) que FDA y EMA se expidieran y no que la ANMAT diera sugerencias por orden del MSal. Queríamos ciencia, bah.

Llegó ese porcentaje bajísimo de vacunas y, de golpe, aparecieron las publicaciones. De nuevo: sigue estando mal que hayan vacunado a la gente sin tenerlas, aunque el resultado fuera positivo. Hicieron toda una gesta por un avión que trajo unos miles de dosis para un requerimiento de millones. Deditos en V, hashtag gracias Alberto, hashtag Axel, cosas así. Se saltearon todas las indicaciones estimadas para vacunar, los órdenes prioritarios: mayores de 65, personal de salud, menores de 65 en grupo de riesgo, resto de la población.

No conforme con eso, mientras seguían llegando aviones con azafatas emocionadas, negociaron con China para traer otra vacuna flojísima de papeles. Ya nos habíamos tomado todos los tecitos calientes y los casos aumentaban. Un poco por lo esperable, otro poco porque en algunos lugares nunca existió la cuarentena. En otros, a donde no había casos, hacían cuarentenas estrictas, con toque de queda, sirena de los bomberos entre las 15 y 18 y todos adentro. Surgían denuncias de casos de violencia institucional por parte de policías provinciales o juzgados, pero la pandemia está por sobre cualquier orden de la vida. Hasta semánticamente planteamos todo mal: además de gente repitiendo pandemia mundial, se empezó a hablar de fronteras provinciales. Abran las escuelas, pero en retroactivo.

Cuando toda la evidencia mostraba que hacer actividad física al aire libre mejoraba la salud, se empeñaron en correr a los runners. Pero como son runners, les ganaron la carrera a los sedentarios burócratas.

Parte de la sociedad sacó a relucir camisas negras y los fasci 3.0 comenzaron a subir fotos/videos de gente en lugares. ¿Lo peor? La prensa. Los periodistas indignados. Cobrando sus sueldos, saliendo al aire sin barbijo, saliendo de sus casas, creyéndose esenciales increpaban a la gente por la calle. Nunca increpaban al gobierno o a los gobiernos. Nunca se paraban mirando a cámara a preguntar “¿Hasta cuándo?” Ahi el gobierno sí hizo bien: puso plata a donde había que poner.

Uf, me fui un poco por la tangente. Bueno, tenemos vacunas. ¿Pero para quiénes? Qué gran pregunta. Se vacunaron entre ellos, a sus familias, a militantes jovencitos y a algunos invitados a la avant premiere de la vacunación. De estreno, en los mejores ministerios.

Por suerte ya no aplaudían a las 21 al personal de salud al que le estaban robando las vacunas. O ya no salían con más spots goebbelianos sobre matar a tu abuelito, mientras el PAMI se roba cosas, funciona mal, desatiende viejos y las vacunas no están. No solo siguen sin llegar dosis, que era lo que más, más, más nos iba a salvar, sino que vuelven con la perorata del esfuerzo y el encierro. Y pensar que, cuando la gestión anterior pidió un esfuerzo, le reventaron toneladas de piedras al Congreso. Minucias.

Y, de nuevo, no sólo siguen sin llegar dosis, sino que, ATENCION, suspenden la super mega campaña de vacunación bonaerense en uno de los puntos por un partido de fútbol. Todavía estoy esperando que alguien me diga 1 sola cosa que hayan hecho bien.

1 de abril de 2021

La pobreza no es una cosa alegre

Según el INDEC, el 42% de los argentinos son pobres y un casi 58% de los jóvenes forman parte de esa estadística. Hace casi 2 años, la UCA osó decir que había un 45% de pobreza, un número tirado de los pelos que, mágicamente, descendió post PASO 2019. La pobreza de Schrödinger.

Sin embargo y a las claras de lo que aconteció en 2020, 3 millones de personas cayeron en la pobreza. Sí, cayeron porque su nivel de vida descendió y no se sabe si seguirá descendiendo o si habrá chance de que repunte. Cayeron en la pobreza, porque, ciertamente, es caer en un pozo aunque el kirchnerismo y un montón de monaguillos piensen que no es así.

Ante el inminente fracaso económico, investigadores, cientistas sociales, políticos de bajo rango, periodistas y de otros rubros, eligen contar en las redes las bondades de la pobreza, como si fueran nacidos y/o criados en ambientes hostiles y despojados de bienes materiales o inmateriales que conforman a ese concepto que para algunos no es más que un ente intangible y, para otros, una realidad cotidiana o un destino inexorable, dependiendo de un montón de factores.

La pobreza es fea, señores. Insistir, en 2021 con la idea de “pobreza digna” ya es rayano con lo vil y escindido de la realidad que pasan millones de personas en el mundo o, para no escalar tanto, en este país, a pocas cuadras de la Casa Rosada o muy cerquita de los barrios paquetes del conurbano.

La pobreza es fea e indigna. Quizá en algún momento, en el que en este país con pocos pesos comías o tenías un poco de tierra para tener una quintita en tu casa, pudo ser digna pero ya no. Desde el momento en el que hay más de 2 generaciones de una misma familia que cobra planes para subsistir, la dignidad pasa a ser algo quimérico. Porque tener arroz todos los días en la mesa no es sinónimo de dignidad. Y no pasa por si es o no moral, ese no es el punto. Es que la dependencia casi adictiva del Estado como modo de sostén pero sin ninguna contraprestación es un despojo de los valores humanos. Pero no del valor en términos éticos sino económicos: una persona que acostumbra a cobrar planes termina siendo depreciado para el mundo laboral. No en vano, coloquial y peyorativamente, se dice “planero” como sinónimo de vagancia: te vuelve inempleable. Salvo excepciones, la estructura montada alrededor del cobro de planes sociales, su asignación y su imposibilidad de ascenso social, es una maquinaria perversa que solo genera más pobres y menos dignos. Sí, clientelismo for dummies, pero el punto es: no es solo un cliente cautivo, es una persona despojada de su fuerza de trabajo no porque no la tenga, sino que perdió valor.

La pobreza es fea y no es romántica. No hay nada de romántico en desear bienes ya sean durables o no. Ni hay nada romántico en desear las golosinas del kiosko. La pobreza es ser todo el tiempo Osías el osito en el bazar: todo eso y mucho más querés comprar, te adaptás a vivir con lo que hay, pero si pudieras tener las zapatillas más nuevas, un auto 0km o comer atún en trozos en Semana Santa, lo harías. Tampoco es romántico caminar las calles de arena o de tierra los días que llueve y que se te moje el calzado y tener que estar así todo el día. Ni es romántico que algunos padres se inventen que no tienen hambre, mientras se toman unos mates con un mendrugo para asegurarle la cena a los hijos. Y es cero romántico que se te arruinen tus pocas cosas si se llueve el techo.

La pobreza es, según la ONU, la condición caracterizada por una privación severa de necesidades humanas básicas y no esa idea ridícula de que es falta de justicia. En tal caso, la pobreza es producto de la falta de justicia distributiva pero no se puede perder de vista qué es para combatirla y achicar los porcentajes que crecen a pasos agigantados. Detrás de cada punto que aumenta, hay personas que se ven privadas de satisfacer sus necesidades básicas. Y así como tenemos que terminar con la pobreza, tenemos que erradicar cualquier intento de aforismo posmoderno que pretenda ocultarla. Cada vez que un investigador dice que no acceder a bienes es falta de justicia, está invisibilizando a la/s persona/s que son víctimas ya no del sistema que los excluye, sino de los que se erigen como justicieros sociales, que lo único que hacen es meterle, indirectamente, la mano en el bolsillo al changarín que paga el IVA con sus alimentos, para sostenerle el sueldo al que le dice que, en realidad, no es pobre. Mientras más se insista en ocultar las causas y los números que revisten a la pobreza, más reproduciremos que exista. No sólo estaremos dejando que despojen de dignidad a millones de individuos, sino que permitiríamos que los despojen de la posibilidad de salir del pozo: es allí a donde no hay que caer.