9 de marzo de 2015

Flores robadas del Día de la Mujer



Cada Día de la Mujer trae una nueva discusión acerca de la importancia –o no- de la jornada.
Mientras algunas insisten en recordar que es el día de la mujer trabajadora, a la par de que reivindican derechos de género y se propone una lucha por la ampliación de los mismos, otras exigen que no se frivolice el motivo de lo que se conmemora.
Pero, casualmente, ambas partes se tocan aunque sus divergencias ideológicas parecieran separarlas.
Quienes exigen que se enarbole la lucha mujer trabajadora, dejan por  fuera a las que no son trabajadoras, por ejemplo, a las amas de casa. A veces, por elección o circunstancias que arrojan a ello, algunas mujeres deben quedarse en sus casas y no están exentas de sufrir la violación de derechos que sufren las que trabajan. Entonces, establecer una división entre las que trabajamos y las que no, me parece que, en el Siglo XXI, es una dicotomía innecesaria del género cuando se aspira a ampliar las obligaciones del Estado en su rol de protector de la sociedad.  ¿Es más mujer quien sale al mundo laboral que quien se queda en casa siendo que, quizá, ambas tengan los mismos problemas?
Por ejemplo, la violencia doméstica atraviesa a féminas de cualquier clase social y, en muchísimas oportunidades, algunas se ven cercenadas de su derecho de trabajar porque un marido “celoso” no le permite traspasar el umbral del hogar.
Se crearon Comisarías de la Mujer para denunciar a abusadores. Pero las comisarías “comunes” siguen endilgando la responsabilidad a la víctima. ¿Pero qué podemos esperar cuando uno de los diputados insignia de La Cámpora está denunciado por pegarle a su ex esposa y nadie hace nada?
Así como existe ese gran problema de difícil resolución y que, día a día, se cobra nuevas víctimas, mujeres trabajadoras y no trabajadoras enfrentan otras desprotecciones del Estado en materia de interrupción voluntaria del embarazo. Eso cruza al género sin importar el lugar en el que cada una se encuentre.  Decididamente, el gobierno nacional – que hace bandera de las políticas de género implementadas- ha optado por desatender el pedido de los partidos de izquierda de tratar la despenalización del aborto y de asegurar atención gratuita en el caso de que una persona lo requiera.
Mientras el Ministerio de Desarrollo Social hace una campaña en la que algunas figuras dicen no querer flores, como réplica a la frivolización y el consumismo propuesto por el mundo empresario en este día, mueren mujeres –en su mayoría pobres- por abortos realizados en condiciones clandestinas, de nula asepsia y de dudoso conocimiento científico por parte de quienes lo practican. Claro, no querrán flores, pero tampoco abortos.
Otro milagro del papado de Jorge Bergoglio, perdón, Francisco, para los amigos políticos. Lograr sacar de la agenda del Legislativo una medida sinceramente progresista, como lo fuera el matrimonio entre parejas del mismo sexo que se dio previo a que el cura denunciado como un cómplice de los militares por los que se sacan fotos con él,  esté vestido de blanco.
Asimismo, algunas de las chicas que dicen no querer flores y que apoyan la gestión oficialista se hicieron conocidas de diversas formas como por ejemplo, “Claudia”, esa mujer que consume sin parar con la tarjeta de crédito del Banco de Galicia, que tiene problemas con su marido por eso, pero ella es viva y se gasta todo. O una profesora universitaria que aducía motivos familiares para faltar a sus deberes académicos y, luego, salía en 678. También, una a quien conocimos como una “gallega” sexy, allá por los ’90 y otra que impulsa la movida snob del parto domiciliario –inaccesible para las chicas de menos recursos- y las teorías del colecho. (Claro, es que se olvida que, algunas, hacen colecho o “co-dormitorio” con 5 o 6 hijos en una casilla y por obligación no porque es cool). Simpático, ¿no?
Es muy progre decir “no queremos flores” cuando, lógico, el debate está en otro lado pero no lo abordamos.
Un derecho que no nos ha sido posible conseguir es el de la licencia por maternidad de 180 días y 15 días por paternidad. No, no es una utopía: Córdoba y Corrientes las sancionaron como leyes para sus planteles estatales. Hasta ahora, no hay intenciones de las demás provincias de avanzar en materia de esa extensión ni del Congreso de la Nación para ampliar la Ley de Contratos de Trabajo.
Los informes de la Organización Mundial de la Salud establecen que para el desarrollo del niño, en los primeros 6 meses de vida- salvo condiciones adversas-, el único alimento debe ser la leche materna y prolongar el suministro de la misma hasta los 2 años.  Ello, que ha ido tomando dimensiones importantes a lo largo del tiempo, con campañas que fomentan amamantar a los bebés, pareciera no importar a los legisladores. En tiempos en los que la mujer trabaja a la par o más que su pareja –si la tiene-, mantener la exclusividad de la lactancia materna se hace casi imposible aunque hasta el año de la criatura la jornada laboral sea reducida –siempre y cuando hablemos de empleo en blanco-. No es un dato menor. Habla de cuánto avanzamos en materia de salud mental, emocional y física para la madre y el niño: poco.
Y así podemos seguir enumerando situaciones en los que muchos miran al costado y cada uno dice cómo, cuándo y quiénes podemos conmemorar el 08 de marzo. Todo el berenjenal discursivo no deja de ser parte de lo que vivimos como sociedad: una constante división entre los iluminados de un lado y los iluminados del otro, que tienen la razón y determinan lo que está bien o mal.
Por lo pronto, y aunque pueda pecar de ilusa, desearía que más mujeres accedan a salud pública de calidad y gratuita, que trabajen en blanco, que puedan estar mucho tiempo con sus hijos y su familia, que estudien, que bailen, que canten, que no sufran, que rían y que vacacionen. Pero más que nada que puedan elegir y desear, porque nadie debería decir cómo vivir.