14 de diciembre de 2021

Checkpoint Axel

 

Cuando parecía que la pandemia por fin terminaba, varios gobiernos del mundo decidieron que aún no, que no se podía soltar esta nueva normalidad a la que hemos sido sometidos desde principio de 2020. Escudándose en la tranquilidad, bienestar y seguridad de los ciudadanos, cada vez son más las administraciones estatales y subestatales que se inclinan por la instauración de los denominados pases sanitarios. Más allá de la denominación y la aplicabilidad de cada caso, es importante recalcar por qué a nuestro juicio el concepto mismo de la medida es erróneo y hasta peligroso para las democracias liberales.

Sería interesante repasar eventos mínimos y consabidos de la evolución de las especies en el planeta. Quizá esto se torne biologicista, pero acaso qué somos los seres vivos sino fenómenos biológicos que sufren cambios constantes en el corto, mediano y largo plazo. Los organismos y microorganismos compartimos el planeta hace millones de años. A decir verdad, la especie humana vino a ocuparle el espacio a los microorganismos preexistentes como los virus. A todos nos cuesta recibir vecinos, más cuando somos los únicos habitantes en un páramo lleno de objetos inertes. Al principio molestan y, al final, podemos hacer como si no existieran o buscamos la manera de relacionarnos u obtener una ventaja, como compartir el wi-fi. A los virus les convino bastante, finalmente, la llegada de la especie humana, para poder reproducirse -mejor dicho, replicarse- y permanecer por los siglos de los siglos, amén.

Finalmente, el objetivo de las especies es perpetuarse y sus mecanismos reproductivos difieren conforme sus características, pero digamos que hay patrones comunes: nacer, crecer, reproducirse, morir. Todos estamos en este planeta con esos objetivos desde el punto de vista biológico. Entre el nacimiento y la muerte ocurren fenómenos adaptativos que evitan que muramos en el intento de sobrevivir. Algunas adaptaciones son inmediatas y otras se irán dando a través de las mutaciones. Todos esos esquemas evolucionistas que nos muestran caminando en 4 patas hasta llegar a erguirnos no son más que una simple muestra de la adaptación al medio que fuimos teniendo. Con el correr de los siglos, el ser humano encontró diferentes maneras de adaptarse artificialmente a sus condiciones de vida: comenzó a vestirse, a cocinar los alimentos, a fabricar herramientas (cada vez más sofisticadas), empezó a hacer ciencia ad-hoc y millones de años más tarde, encontró una adaptación necesaria y fue la “creación” de la medicina. Desde ya, esta es una elipsis enorme, pero es para contextualizar lo siguiente: siempre nos adaptamos. Si tenemos frío, nos abrigamos. Si tenemos calor, nos quitamos alguna prenda. Si nos sentimos enfermos, buscamos curarnos. Y en ese afán de vivir por mucho tiempo y en mejores condiciones, los descubrimientos científicos y la formalización de la farmacología, ahora también biotecnología, nos dieron las vacunas.

Se habló muchas veces sobre el funcionamiento de las vacunas, con lo cual, detenerse en ello es redundante, pero vale la pena destacar lo siguiente: la esperanza de vida de la humanidad y de otras especies aumento y la calidad de vida mejoró gracias a la existencia de ellas. Eso es innegable, aunque los antivacunas insistan en encontrar efectos adversos. Y suponiendo que esos efectos adversos existen o aun leyendo estudios serios al respecto, la cifra siempre es despreciable en relación a la ventaja sanitaria que otorgan. Eso ya debería ser un consenso, pero los consensos también se rompen y los paradigmas cambian, menos mal, así el conocimiento científico avanza y nos permite discutir temas muy ricos y que son tan inherentes a nuestra condición humana, como lo son la salud, la enfermedad, la vida, la muerte.

 

Y, entonces, ¿qué relación hay entre esto y la negativa a aceptar un pase sanitario? Desde el punto de vista epidemiológico, es carente de sentido. El SARS-Covid está demostrando que tiene una amplia capacidad de mutación, lo que no necesariamente deba convertirse en letalidad o morbilidad. Naturalmente, tiene que mutar. Necesita hacerlo para no morir. Poniéndolo en comparación con un soldado, a través de los años, las armas necesarias para generar daño hubo que modificarlas. “Sabe” que un organismo inmunizado con una vacuna lo va a derrotar, no lo va a dejar cumplir su cometido, entonces tiene que “cambiar de estrategia” e ingresar o buscar mejores armas. Eso pasa con muchísimos virus, como el de la gripe: se van modificando. Por eso hablamos de cepas, vacunas anuales, etc. Son sus maneras de enfrentar a una población vacunada. Si esto ocurre continuamente, si así, igualmente, se logró disminuir a porcentajes bajísimos la tasa de letalidad del virus, ¿por qué deberíamos andar con un pase que diga que estamos sanos? ¿Sanos de qué? Para otro momento y mejor dejarlo en manos de quienes se encargan de salud mental, habría que redefinir el concepto de salud, aunque, por pintoresco que parezca, la definición de la vapuleada OMS es de las más certeras: “el bienestar bio-psico emocional”.

Sanitariamente hablando, no tiene sentido. No andamos con carnet de vacunación por la vida. Ni aun con las vacunas obligatorias de calendario. Si nos rigiéramos por el principio de obligatoriedad, no es punible, aun, no vacunar a los niños. Hay muchas instituciones que aceptan alumnos sin las vacunas de ingreso escolar. También ya se ha discutido la relevancia de la vacunación para enfermedades casi erradicadas y que están rebrotando y la inmunidad de rebaño. Que sean obligatorias, que el Estado las cubra, que los pediatras las receten y que tengamos uno de los mejores calendarios de vacunación no da derecho ni lugar al mismo Estado a hacer de ello algo punible. De la misma manera debiera ocurrir con toda la gama de vacunas contra el Coronavirus. Más allá de la confianza y credibilidad, es inadmisible la obligatoriedad o la coerción al respecto.

El camino para la adherencia a una vacunación consciente y pensada es la información fidedigna y abierta, para evitar suspicacias y teorías conspirativas que pretenden revocar más de un siglo de trabajo científico.

El pase sanitario, además, pareciera un carnet de buen ciudadano. Si te vacunaste es porque sos considerado, solidario, buena gente. ¿Y qué pasa con quiénes no se pueden vacunar? ¿Y qué pasa con los que no quieren? ¿Acaso no reúnen esas condiciones? Aun con las vicisitudes que se presentaron desde el día 1 con respecto a la vacunación, muchísima gente se inscribió para recibir sus vacunas. Muchos ni siquiera se preguntaron qué les tocaría en la tómbola inmunizadora, simplemente, querían estar vacunados con lo que hubiera disponible. Imposible de juzgar los motivos, pero la gente se vacunó. Y vacunó a sus hijos. Estamos con un porcentaje de la población bastante alto vacunado contra el virus del corona. No corrieron la misma suerte los virus más antiguos y peligrosos para los niños, cuya vacunación cayó el año pasado y no se vio una gran preocupación al respecto. Tampoco eso ameritaría un pase infantil, claro.

No podemos segregar a quiénes no se vacunaron y no hay superioridad moral alguna entre los que sí lo hicieron. Habilitar un carnet que diga que uno es apto o no apto para estar en un lugar, además de violar derechos civiles y humanos, es una invitación a la locura. ¿Qué hubiera pasado en los ‘80/ ’90 si se hubiera pedido pase sanitario para entrar a los boliches o a los cines de adultos? Cualquier tipo de identificación de los pacientes, familiares o allegados viola la Constitución, tratados internacionales, leyes, cuanta normativa se nos ocurra.

La violación de los derechos individuales persiguiendo un supuesto bien común no ha tenido más que efectos negativos en la historia de la humanidad y basta con prender un televisor o leer las noticias para saber qué está ocurriendo no muy lejos y eso remite a parafrasear aquel gastado poema de Bertolt Brecht, de la siguiente manera: “En 2021 me pidieron un pase sanitario, pero a mí no me importó porque estaba vacunado. Ahora estoy encerrado en un campo de aislamiento como los de Australia (o peor, como los de Formosa) sin síntomas o siquiera un test positivo, pero ya es demasiado tarde"