27 de abril de 2015

Voto (des)calificado



La llegada del Pro a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad en 2007 nos trajo a los porteños varios dolores de cabeza.

No voy a hablar, en este momento, de la gestión amarilla de nuestra ciudad, eso prefiero dejárselo a quienes poseen información y estadística para hacer la debida valoración del caso.

De 2007 a esta parte, los porteños nos vemos sometidos a la frase “voten bien” y a un cuestionamiento constante sobre los ganadores del distrito más importante, mal que nos pese, del país.

Ta cual leí a un periodista en twitter, descalificar al Pro como partido es de una ignorancia muy severa, políticamente hablando. Entraron sin mucha expectativa y “se llevaron”, ni más ni menos, la Jefatura de Gobierno de la Ciudad. ¿Cómo no prestar atención al síntoma? Hay que recordar que la gestión anterior, elegida en 2003, tuvo un final infeliz, pocas veces visto en nuestra vida política.

Entre toda la desidia porteña surge alguien que se propone como “nuevo y fresco” y ganó. No, yo no lo voté ni lo votaré.  Pero, evidentemente, muchos lo hicieron. Tal cual lo hicieron  los habitantes de este suelo con nuestra primera mandataria. O lo han hecho en otras provincias con sus respectivos gobernadores.

Pero claro, es muy progre venir a pegarle al porteño porque gana Macri. No se cuestiona, por caso, que Gildo Insfrán siga ganando en Formosa o que los Alperovich sean los duques de Tucumán. Para nada. El problema es la “burguesía porteña”. A Fito Paez, en 2009, le dio un asco tremendo el 47% de los votantes que eligieron al Pro. Mirá vos, Fito.  Contame un poco de Rosario.

Ayer, me hastié de leer en las redes sociales la queja de los no porteños por el avance de Horacio Rodríguez Larreta en las PASO.  HRL me parecerá un personaje muy horrible, ¿pero se preguntaron qué pasa con los intendentes de los partidos del primer cordón del conurbano? ¿Qué pasa con la salud pública que le corresponde proveer a los municipios? ¿Qué pasa con la urbanización de algunas zonas que están a unos pasos del límite con la CABA? Todo bien, no está mal poner el ojo en Buenos Aires, ¿pero  hacen los mismos comentarios sobre los nefastos intendentes?

Veo muy pocas quejas, a nivel general, de lo que pasa en otras jurisdicciones. Y me cansa, seriamente, que nos manden a votar de manera pensante. Puedo chicanear, de pronto, a amigas santafesinas por el resultado de Del Sel, ¿pero qué tal si hago un análisis más profundo y veo qué es lo que pasa en esa  sociedad para que “la Tota”  pueda alcanzar la gobernación de su provincia?

La respuesta de los sectores “progres” es la descalificación: Son todos unos giles, votan a cualquiera. No se respeta uno de los ejercicios más conocidos de la democracia que es el voto. Por el momento, es obligatorio –quisiera yo que no lo fuera- y cada uno es libre de meter en el sobre la boleta que le plazca. Pero, para algunos, no es asi. Hay que votar bien. Aun no sé qué es votar bien.  Las elecciones que hice desde 2005 a esta parte me decepcionaron luego. Voté convencida a cada uno y me defraudaron.  Pasé por casi todo el arco de izquierda a centro-izquierda y me han decepcionado. Infiero, entonces, que voté mal. Lo más cercano a votar bien que se me viene a la cabeza es hacerlo con una convicción. La que sea. Pero una. En mis parámetros, meter cualquier boleta para salir del paso no está bien, ¿pero puedo juzgar a quien lo hace?

Los resultados por Comuna muestran que la famosa “clase media del espanto y el horror” no fue la que más aportó votos al Pro. ¡Caramba! El sur de la Ciudad hace 2 elecciones muestra una fuerte inclinación por el partido de las banderitas y globos (perdón Luca).  ¿Y qué vamos a decir de ellos? Vamos a seguir analizando, desde nuestra paternalista y alfabetizada posición, que lo que ellos hicieron está mal en lugar de analizar qué pasa en ese sector, olvidado por todas las gestiones, que apuesta a un cambio que, se supone, llegó hace 8 años y no se ve.

¿Cuál es el objetivo de descalificar el voto? Ninguno. O, tal vez, si haya un objetivo: desatender los verdaderos motivos de fondo y sentarse a patalear y decir “No me votan porque son todos tontos” en lugar de preguntarse si el tonto no es el que niega lo que parte del electorado dice los días de comicios.

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