8 de abril de 2021

Zona de promesas

 

Por qué hicieron todo mal y lo siguen haciendo. Un recorrido sobre el año que pasó

Ya en enero, más bien febrero 2020, se sabía que venía el virus. No hay responsabilidades en una pandemia en el sentido de quiénes son los vectores y todo eso. Estamos en un mundo globalizado, hay gente que viaja constantemente. No son responsables los vectores, pero sí los encargados de políticas públicas. Ya sabemos: el virus no iba a llegar porque hacía calor. Por ello, no se molestaron en hacer controles eficientes en los aeropuertos y en las terminales de micros. No era tanto lo que se pedía: un rastreo de cada uno, pedirle que se cuarentenaran X cantidad de días hasta que se esfumara la posibilidad de estar contagiado. ¿Eso iba a impedir la llegada? No, claro. Lo que disminuía era la diseminación y reducía la velocidad de la llegada de la famosa circulación comunitaria. Todo eso no ocurrió. En marzo, las papas quemaron y casi toda la sociedad pidió cuarentena. Era lógico. Queríamos reducir la exposición, las imágenes de Europa y China eran desoladoras. Los que pudimos, nos stockeamos en casa. Subíamos fotos en pijama trabajando. Empezamos a mirar series. Eran 15 días. Y fueron 15 más. Y otros 15 más. Y otros 15 más. Al día de la fecha, sigue vigente el Decreto 260/20 que (des)regula actividades. Ante cada renovación de temporada de encierro, mientras algunos probaban con la masa madre, otros aplaudían a las 21hs al personal de salud. Otros, los instaban a mudarse de sus edificios. ¿Los gobiernos? Los obligaron a trabajar a destajo. Sin aumento y con un bono miserable. Pero tenemos Ministerio y salud pública, no como en USA.

Los medios de comunicación pasaban 24/7 cantidad de muertos y porcentaje de ocupación de las UTI. Desfilaron galenos y científicos afines y/o asesores del gobierno, contando lo grave que podía ser todo. Nunca decían el porcentaje de casos graves, la tasa de letalidad, nada. Desde luego, no se iba a hablar de los impactos laterales del encierro: problemas psiquiátricos, consumos problemáticos, aumento de peso, pérdida de empleo, aumento del estrés, etc. Muy pocos se atrevieron a contar al aire lo que se venía. Hubo un momento en el que Mauro Viale sacó al aire a Cristian Duré (médico emergentólogo) contando lo que pasaba en Suecia y acá se obstinaban en decir que allá estaban peor. Y empezó la cantinela del uso obligatorio del tapabocas. ¿Del regreso a las aulas? Ni noticia. Tampoco se hablaba del burn out del personal de salud, de la gente que tenía que ir a atender en otras actividades ni se hablaba de la falta de atención médica no Covid, o sea, la mayoría de las consultas corrientes en cualquier día, cualquier año.

Y de pronto se avizoró la esperanza con las vacunas que los laboratorios apuraron en salir. Fase III, pero dale que va. Y el gobierno se apuró a decir que, para fin de año, habría 10M de vacunados. Bueno, esperemos que así sea. Mientras, seguían insistiendo con que nos quedáramos en casa, que la gente sin pareja sexteara y así un montón de cosas. La mayoría de sus argumentos se iba desmontando ante la evidencia, pero a donde vamos no necesitamos evidencia.

Mientras se demostraba que el virus no se transmite por fómites, acá te exigen que arrojes solución de alcohol al 70% o de amonio cuaternario a cuanta cosa sea. ¿Es útil? Para nada. Ups, se me escapó: el gobierno aceptó que los bancos estuvieran cerrados, parece que no eran "esenciales" y vino el bancopallooza y las colas infernales de jubilados queriendo cobrar. También aceptaron que un montón de oficinas públicas que manejan atención presencial, cerraran. ¿Canales de atención? Un desastre. Mientras todo eso ocurría, se vaciaban locales y aparecían carteles de alquiler. Y tampoco podías alquilar porque estaba suspendida la actividad inmobiliaria. Por si acaso, cuando reanudó, salió la Ley de Alquileres para perjuicio de todos.

Llegó el esperado momento de ir a buscar el paquetito de vacunas. Pero no la de Pfizer, como prometió el gobierno ni tampoco de producción local, como se arrogaron los científicos oficialistas, sino la vacuna Sputnik V que decían que estaba en Fase III, pero nadie sabía.

Mientras una parte ponía el grito en el cielo ante la posibilidad de que se inoculara a la población con un producto sobre el que no había una sola publicación en medios reconocidos por la comunidad científica, el oficialismo se reía y decía que la campaña era por ideología. La realidad es que la salud pública no debiera tenerla y bregar por el bien de la salud de la sociedad está muy por encima del origen de un fármaco. Estamos en abril de 2021 y siguen diciendo "ah, pero antes les parecía veneno y ahora quieren la vacuna". Nunca quisieron entender que el punto era básico: pretendíamos publicaciones fidedignas y no un prospecto en ruso. Y queríamos (queremos) que FDA y EMA se expidieran y no que la ANMAT diera sugerencias por orden del MSal. Queríamos ciencia, bah.

Llegó ese porcentaje bajísimo de vacunas y, de golpe, aparecieron las publicaciones. De nuevo: sigue estando mal que hayan vacunado a la gente sin tenerlas, aunque el resultado fuera positivo. Hicieron toda una gesta por un avión que trajo unos miles de dosis para un requerimiento de millones. Deditos en V, hashtag gracias Alberto, hashtag Axel, cosas así. Se saltearon todas las indicaciones estimadas para vacunar, los órdenes prioritarios: mayores de 65, personal de salud, menores de 65 en grupo de riesgo, resto de la población.

No conforme con eso, mientras seguían llegando aviones con azafatas emocionadas, negociaron con China para traer otra vacuna flojísima de papeles. Ya nos habíamos tomado todos los tecitos calientes y los casos aumentaban. Un poco por lo esperable, otro poco porque en algunos lugares nunca existió la cuarentena. En otros, a donde no había casos, hacían cuarentenas estrictas, con toque de queda, sirena de los bomberos entre las 15 y 18 y todos adentro. Surgían denuncias de casos de violencia institucional por parte de policías provinciales o juzgados, pero la pandemia está por sobre cualquier orden de la vida. Hasta semánticamente planteamos todo mal: además de gente repitiendo pandemia mundial, se empezó a hablar de fronteras provinciales. Abran las escuelas, pero en retroactivo.

Cuando toda la evidencia mostraba que hacer actividad física al aire libre mejoraba la salud, se empeñaron en correr a los runners. Pero como son runners, les ganaron la carrera a los sedentarios burócratas.

Parte de la sociedad sacó a relucir camisas negras y los fasci 3.0 comenzaron a subir fotos/videos de gente en lugares. ¿Lo peor? La prensa. Los periodistas indignados. Cobrando sus sueldos, saliendo al aire sin barbijo, saliendo de sus casas, creyéndose esenciales increpaban a la gente por la calle. Nunca increpaban al gobierno o a los gobiernos. Nunca se paraban mirando a cámara a preguntar “¿Hasta cuándo?” Ahi el gobierno sí hizo bien: puso plata a donde había que poner.

Uf, me fui un poco por la tangente. Bueno, tenemos vacunas. ¿Pero para quiénes? Qué gran pregunta. Se vacunaron entre ellos, a sus familias, a militantes jovencitos y a algunos invitados a la avant premiere de la vacunación. De estreno, en los mejores ministerios.

Por suerte ya no aplaudían a las 21 al personal de salud al que le estaban robando las vacunas. O ya no salían con más spots goebbelianos sobre matar a tu abuelito, mientras el PAMI se roba cosas, funciona mal, desatiende viejos y las vacunas no están. No solo siguen sin llegar dosis, que era lo que más, más, más nos iba a salvar, sino que vuelven con la perorata del esfuerzo y el encierro. Y pensar que, cuando la gestión anterior pidió un esfuerzo, le reventaron toneladas de piedras al Congreso. Minucias.

Y, de nuevo, no sólo siguen sin llegar dosis, sino que, ATENCION, suspenden la super mega campaña de vacunación bonaerense en uno de los puntos por un partido de fútbol. Todavía estoy esperando que alguien me diga 1 sola cosa que hayan hecho bien.

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