1 de abril de 2021

La pobreza no es una cosa alegre

Según el INDEC, el 42% de los argentinos son pobres y un casi 58% de los jóvenes forman parte de esa estadística. Hace casi 2 años, la UCA osó decir que había un 45% de pobreza, un número tirado de los pelos que, mágicamente, descendió post PASO 2019. La pobreza de Schrödinger.

Sin embargo y a las claras de lo que aconteció en 2020, 3 millones de personas cayeron en la pobreza. Sí, cayeron porque su nivel de vida descendió y no se sabe si seguirá descendiendo o si habrá chance de que repunte. Cayeron en la pobreza, porque, ciertamente, es caer en un pozo aunque el kirchnerismo y un montón de monaguillos piensen que no es así.

Ante el inminente fracaso económico, investigadores, cientistas sociales, políticos de bajo rango, periodistas y de otros rubros, eligen contar en las redes las bondades de la pobreza, como si fueran nacidos y/o criados en ambientes hostiles y despojados de bienes materiales o inmateriales que conforman a ese concepto que para algunos no es más que un ente intangible y, para otros, una realidad cotidiana o un destino inexorable, dependiendo de un montón de factores.

La pobreza es fea, señores. Insistir, en 2021 con la idea de “pobreza digna” ya es rayano con lo vil y escindido de la realidad que pasan millones de personas en el mundo o, para no escalar tanto, en este país, a pocas cuadras de la Casa Rosada o muy cerquita de los barrios paquetes del conurbano.

La pobreza es fea e indigna. Quizá en algún momento, en el que en este país con pocos pesos comías o tenías un poco de tierra para tener una quintita en tu casa, pudo ser digna pero ya no. Desde el momento en el que hay más de 2 generaciones de una misma familia que cobra planes para subsistir, la dignidad pasa a ser algo quimérico. Porque tener arroz todos los días en la mesa no es sinónimo de dignidad. Y no pasa por si es o no moral, ese no es el punto. Es que la dependencia casi adictiva del Estado como modo de sostén pero sin ninguna contraprestación es un despojo de los valores humanos. Pero no del valor en términos éticos sino económicos: una persona que acostumbra a cobrar planes termina siendo depreciado para el mundo laboral. No en vano, coloquial y peyorativamente, se dice “planero” como sinónimo de vagancia: te vuelve inempleable. Salvo excepciones, la estructura montada alrededor del cobro de planes sociales, su asignación y su imposibilidad de ascenso social, es una maquinaria perversa que solo genera más pobres y menos dignos. Sí, clientelismo for dummies, pero el punto es: no es solo un cliente cautivo, es una persona despojada de su fuerza de trabajo no porque no la tenga, sino que perdió valor.

La pobreza es fea y no es romántica. No hay nada de romántico en desear bienes ya sean durables o no. Ni hay nada romántico en desear las golosinas del kiosko. La pobreza es ser todo el tiempo Osías el osito en el bazar: todo eso y mucho más querés comprar, te adaptás a vivir con lo que hay, pero si pudieras tener las zapatillas más nuevas, un auto 0km o comer atún en trozos en Semana Santa, lo harías. Tampoco es romántico caminar las calles de arena o de tierra los días que llueve y que se te moje el calzado y tener que estar así todo el día. Ni es romántico que algunos padres se inventen que no tienen hambre, mientras se toman unos mates con un mendrugo para asegurarle la cena a los hijos. Y es cero romántico que se te arruinen tus pocas cosas si se llueve el techo.

La pobreza es, según la ONU, la condición caracterizada por una privación severa de necesidades humanas básicas y no esa idea ridícula de que es falta de justicia. En tal caso, la pobreza es producto de la falta de justicia distributiva pero no se puede perder de vista qué es para combatirla y achicar los porcentajes que crecen a pasos agigantados. Detrás de cada punto que aumenta, hay personas que se ven privadas de satisfacer sus necesidades básicas. Y así como tenemos que terminar con la pobreza, tenemos que erradicar cualquier intento de aforismo posmoderno que pretenda ocultarla. Cada vez que un investigador dice que no acceder a bienes es falta de justicia, está invisibilizando a la/s persona/s que son víctimas ya no del sistema que los excluye, sino de los que se erigen como justicieros sociales, que lo único que hacen es meterle, indirectamente, la mano en el bolsillo al changarín que paga el IVA con sus alimentos, para sostenerle el sueldo al que le dice que, en realidad, no es pobre. Mientras más se insista en ocultar las causas y los números que revisten a la pobreza, más reproduciremos que exista. No sólo estaremos dejando que despojen de dignidad a millones de individuos, sino que permitiríamos que los despojen de la posibilidad de salir del pozo: es allí a donde no hay que caer.


 

4 comentarios:

Unknown dijo...

Exactamente asì

Unknown dijo...

Cada dia te quiero mas. Expresas tan claramente la realidad que nos abruma.

samurai argento dijo...

Breve, concizo y punzante.

Beta dijo...

Y para evitar ver la crueldad de la pobreza, vamos ponerle nombres épicos: barrios populares, valores villeros, madre luchona, ajenos al sistema...y así podemos seguir en una maldita concatenacion perversa