Hace unos días, por el ataque de un pitbull a una criatura,
una mujer tuiteó algo así como que el problema eran los pitbulls y que ella
había “atendido muchas infancias” por este asunto. En ese momento, simplemente
atiné a escribir que entonces no atendía pacientes sino entidades abstractas.
Encuentro muy problemática la pluralización de los
sustantivos abstractos como práctica discursiva. Tomando el ejemplo citado, hablar
de “infancias” es incorrecto aún cuando no se está hablando de infantes en particular.
Nada que no sepamos: la infancia es una instancia de la vida, es transversal,
nuclea a todos los individuos y no hay razón ni problema que conlleve a una
pluralización de la misma. Desde luego, todo radica en la tendencia a hablar de
diversidad y de inclusión entonces, en lugar de hablar de diferentes formas de
atravesar la infancia, se optó por cortar camino y poner “infancias” y chau
pichi. Pero esto escaló porque esta persona no estaba hablando de maneras sino
de individuos. Y este uso incorrecto del lenguaje es cada vez más frecuente,
aunque nos parezca marginal.
Hay una tendencia generalizada al revisionismo en cada
esfera social y la lengua y el lenguaje no escapan a ello. La pluralización de
los sustantivos abstractos es mucho más que agregarle una S al final a la
palabra: diluye al individuo en un colectivo, quitándole su subjetividad. En
este caso, el infante -portador de un nombre, costumbres, etc.- ya no es uno
sino parte de la masa informe “infancia”. Es una infancia. Pierde entidad en tanto sujeto. Y esto se contrapone con todo lo que se refiera a derechos individuales
y el respeto a la diversidad. ¿Cómo vamos a respetar la diversidad si estamos
unificando a los individuos bajo un manto caprichoso que aglutina sólo por rango
etario? Entonces, se cae la premisa de que el objetivo del lenguaje inclusivo es abarcar "diversidades",
si es que tal cosa existiera.
Es muy importante que preservemos nuestra individualidad y
escapemos a que, por formar parte de un colectivo -el que sea- por afinidad,
nos convirtamos en parte indivisa del mismo y que por ello, se nos llame así. Es
muy difícil de entender la pretensión, aun cuando se es adulto y formado, sin
caer en categorizaciones doñarrosescas y terminando en diagnósticos sin sustento,
pero casi que es tentador decir que la situación es esquizoide y, mientras me
dicen que me respetan por ser quien soy, tengo que estar en un casillero dentro
del espectro habilitado y legitimado, ni más ni menos, que por la academia.
Y ahí hay un punto más: ¿de dónde proviene esta idea de la
inclusión desde el lenguaje? de la academia. Todas las teorías lingüísticas
sacaron, en una lectura del Tarot, la carta de la torre: se van a caer, como el
patriarcado.
Lenguas de fuego
Es dable hacer un breve repaso sobre la teoría de de Saussure
para explicar hacia donde quiero llegar. Según el autor, lenguaje, lengua y
habla no son lo mismo y están articulados. La lengua proviene de la esfera psi,
porque es eso que adquirimos, sin conciencia alguna, a medida que crecemos y
está formada por signos binarios, cuyas partes son el significado y
significante. El significado es lo que sé que es un objeto, tiene un valor
conceptual (por ejemplo: tabla sostenida por cuatro patas que se utiliza para comer)
y el significante es lo que me represento del mismo, con un valor material (una
mesa: visualizo, pienso que es una mesa). Toda esa representación que adquirimos
a lo largo de nuestra infancia sobre todo, se repite en otras instancias de la
vida al tener contacto con otros espacios y aprendizajes. El habla es la
expresión de la lengua a través del aparato fonador, la escritura. Es activa,
es heterogénea, porque depende de cada individuo y sus condiciones psicofísicas
y el medio en el que se encuentre. El lenguaje es la habilidad de ordenar,
expresar y representar los signos. Es una construcción que se da si tenemos
incorporada la lengua. La organización del lenguaje es compleja, se aprende,
lleva tiempo y parte de este aprendizaje se da en el ámbito familiar y el
resto con la escolarización.
El lenguaje tiene reglas, normas, arbitrarias pero que
organizan la comunicación entre individuos. Es un sistema que, si bien se
modifica con los usos de la lengua, mantiene rigideces. Y ahí una confusión importante
y por esto el párrafo anterior. Se dice siempre que la lengua es algo vivo y es
cierto: muchas veces, mutan las relaciones entre significado y significante
dado el uso popular de la lengua. Pero ese cambio, esa mutación, no viene
impartida de la academia y sus pretensiones, sino de lo que se generaliza en el
campo popular. Por ejemplo, el vocablo “bizarro”: en español significa valiente
y, dada la extensión de la lengua inglesa y el consecuente anglicismo,
comenzamos a llamar “bizarro” a aquello que nos resulta raro. Finalmente, la RAE
dio por buena esa acepción. Entonces, ahí también deviene en abstracto el
supuesto cambio del lenguaje, aunque yo diría, la lengua.
El planteo académico comenzó a difundir que el lenguaje es
machista porque la lengua española tiene por neutro el uso de sustantivos o
adjetivos terminados en O. Esto es a grandes rasgos, claro. Desde allí empezó una
guerra interminable contra no el lenguaje sino la lengua, trampa no menor.
Porque la pretensión ulterior es que incorporemos a la E o X, dependiendo de
quién hable, definitivamente en nuestro lenguaje. Entonces, nuevamente, para
que eso ocurra, deberíamos internalizar esa nueva forma, modificando signos
para que sus significantes se correspondan. La resistencia al cambio no
corresponde a un arcaísmo, como pretenden vender, sino a que todo ello es una
imposición que, tras una supuesta inclusión, excluye a un porcentaje mayor de
la población que la que dice incluir. Es forzada, no es natural, ni siquiera
para ellos. Es simpático, por no decir patético, ver que inician una conversación diciendo “todos”
y se corrigen y dicen “todes” y una serie de acrobacias lingüísticas empiezan a
formar parte del discurso que a veces mezcla el antiguo y horrible español de
siempre con el nuevo y aceptado inclusivo. Impracticable.
Ni qué hablar del atentado contra la economía del lenguaje. Algo
básico, simple. El lenguaje debe utilizar a la lengua de manera económica para
que el mensaje sea entendible, claro, conciso. ¿Qué fenómeno trajo la supuesta
inclusión? Que cada texto se extiende más caracteres porque hay que poner “todos
y todas” o “las personas…” por si acaso se ofende alguien, por si acaso se
cuestiona el contenido por no estar adscripto a reglas más arbitrarias que las
del propio lenguaje. Entonces todo es engorroso. Y tedioso.
El Mono Sílabo
Y para finalizar este texto, la disposición del GCBA.
Claramente, iba a generar revuelo y las acusaciones sobre fascismo, abolicionismo
y unos cuantos -ismos no tardarían en llegar. Gente muy, pero muy instruida
pasa por alto algo tan simple como la educación. Lógicamente: ellos ya dejaron esa instancia y se olvidaron de cómo era. Algo fantástico del ser humano es
que se olvida cómo es aprender a leer, escribir y las operaciones matemáticas básicas
porque las incorpora y luego es algo que se utiliza sin mucho esfuerzo intelectual.
Entonces los niños, los educandos, terminan siendo víctimas de este olvido
también.
Los pediatras (no así la SAP, porque no se sabe bien cuánto
les interesan los niños) vienen comentando el aumento de consultas con respecto
al retraso en el habla. Parte de este inconveniente se dio por la suspensión de
casi 2 años en la escolarización institucionalizada. El uso del lenguaje y las
habilidades también se aprenden entre pares y la escuela es lugar a donde está
la mayoría de ellos para los niños. También en el club, centros culturales,
pero eso también estuvo prohibido. Así como también hay retrasos en el habla, están
los trastornos del aprendizaje, como la dislexia. Están los chicos que forman
parte del espectro autista, los hipoacúsicos y otras patologías más. Si ya leer
y escribir representa un desafío para un niño que no tiene dificultades, imaginemos
los casos citados y con una serie de deformaciones en la lengua. Es confuso, es
sinuoso e inconducente. Es lógico que los que no tienen que aprender se enojen,
lástima que no se enojen por entorpecer el aprendizaje. Para generar un cambio, hay que conocer el campo de acción. Con la lengua es así: para
modificarla hay que saber hablarla, hay que dominarla y saber los alcances y
limitaciones. No es una tarea para cualquiera.
Todo lo que decimos tiene impacto y va quedando en nuestro
inconsciente y lo replicamos en diferentes momentos. Las huellas están en lo
que enunciamos y en cómo lo decimos. A través del lenguaje expresamos
sentimientos, ideas, ideologías. ¿Qué nos hace pensar que eso no tendría impacto
posterior si estamos diciendo que la lengua esta “alojada” en la psiquis? ¿Qué
nos hace pensar que este ir y venir en el lenguaje es algo natural y no, al ser
impuesto, algo traumático que pudiera causar consecuencias negativas? Son preguntas
que me hago, a menudo, por suerte el espacio para reflexionar siempre es vasto
y rico, como la lengua española.